Estreno mi tercera "gran" enfermedad pulmonar y a la tercera va la vencida, dicen. Hace años que no prestaba atención a mocos ni pulmones porque lo último fue una gripe versión A (sí, la famosa A) que me contagió un compañero de aquella redacción de mierda en 2010. Qué asco da el periodismo en los pueblos (escribo bien, pueblos, no un absurdo "de provincias", pueblos de 30 mil habitantes o menos) y con jefes que no son periodistas. Pero ese es otro tema y será otro día.
Exhibo con antelación por mis redes sociales el pálpito de que algo se ha roto; estoy muy orgullosa de mi capacidad autoconsciente, sigue intacta, para saber cuándo algo es más grave de lo normal. Exhibo también, desde la sinceridad aplastante que utilizaría un niño, mis perspectivas más sombrías. Qué mejor momento que este para exprimirlas, para acordarse de Kafka (tuberculosis) y, por primera vez, de Thomas Bernhard (sarcoidosis + tuberculosis + EPOC).
No voy a pedir perdón por mi humor negro, aunque algunos se hayan aterrado (sobre todo, en persona) por la sencillez de mis reflexiones.
Estaba reuniendo valor para el después. Porque imagina. Imagina que el tiempo se acabara de verdad, pero ahora. Imagina que ya no se trata de reducir la dosis diaria de cigarrillos o de abandonar el tabaco por completo después de 20 años de mala costumbre, sino de un pulmón (o los dos) rotos del todo. Entonces qué. Tendría sentido seguir esperando a... no sé, ¿algo?¿A más followers para pedir ayuda? ¿A un contrato? A... ¿qué?
Lo cierto es que el tiempo sí que se me acaba. En enero finalizó mi promoción de marujas (la de venta de aspiradoras, planchas de la ropa y robots de cocina) y desde entonces son dos meses de rechazos en empleos de supervivencia. Da igual el aspecto, tengo más de 35 años y me dicen que ya no valgo para nada. En otros (de comunicación/periodismo) también he sido descartada frente a casi una centena de candidatos.
Pero de repente he empezado con mi canal de Youtube.
Hace tres semanas, y ya tendría 21 vídeos (a vídeo diario) si no fuera porque me faltan una mejor cámara y un micrófono en condiciones. Los 21 guiones están.
No he podido evitar el pensamiento de que muchos (casi todos) los individuos que triunfan en esa plataforma empezaron a hacer el tonto por esa fecha, 2010, o si no alrededor de 2013. En ambas fechas elegí el blog y elegí escribir, por el desgaste tan inmenso en esa redacción televisiva donde me pegaron la gripe A.
Se me ha olvidado que la aparente naturalidad con la que edito, guionizo y preparo los vídeos lleva aprendizaje técnico detrás, muchas clases y mucho fogueo práctico grabando noticias del mundo. hasta ese punto llega la tropelía de aquel exjefe.
Pero.
Sólo es una bronquitis aguda. Tiene arreglo.
De golpe he dejado de fumar. La falta de nicotina en el organismo (de 40-50 cigarrillos comerciales al día, con una media de 0,8 mg de sustancia, quizás más porque me fumaba hasta el filtro, je) provocó que los primeros tres días me asfixiara con sólo pestañear. Y ese dolor de arena en el pecho y navajazos en la espalda. Y la dura perpectiva de vivir con una botella de oxígeno o necesitar un transplante de pulmón o pelucas para el cáncer. Y todo eso sin haber conseguido, aún, publicar todo lo que escribo, pertenecer a generación literaria española alguna.
Al cuarto día, el mundo empezó a oler. El mundo huele. Las manos dejaron de temblar. Desaparecieron las pesadillas y los sueños a trozos, sin hilo argumental. Los despistes, fallos de memoria y falta de concentración también se han ido.
Todo eso que creí "ser ya una vieja de 40 años" es, exclusivamente, nivel tóxico de nicotina.
Algo así me lo esperaba, repetición del ciclo. Como veinteañera: estudiar una carrera, proyectos literarios, pulmones que enferman, proyectos que no van y quedan ahí guardados, o para qué, qué me hace pensar que soy escritora.
Pues la historia se repite.
Pero.
Novela, poemario (que sí lo querría una editorial, Juaaaaaaaan) y novela corta.
A la tercera va la vencida.
Dancemos sobre las tumbas de aquellos que tuvieron miedo de vivir.
Yo ya no