Revista Diario

Pulsera

Publicado el 14 marzo 2011 por Menagerieintime
Este fin de semana he visto una película que me ha gustado mucho. Se titula “Un ciudadano ejemplar. En ella se ve un par de veces (una en palabras y otra en imágenes) lo importante que son los recuerdos familiares en la cárcel. La importancia que tienen las pequeñas cosas a las que antes, quizá, no dabas tanta importancia.
En la película se habla de la pulsera de cuentas que una hija hizo para su padre. Se dice que cuando el preso ingresó en la cárcel, solo presentó problemas cuando le dijeron que se quitara esa pulsera. También se ve la expresión de alegría del preso cuando, en un momento dado, le devuelven esa pulsera.
Cuando yo ingresé en la cárcel, aquella noche del 15 de junio, un policía penitenciario me pidió que dejara todas las cosas que tenía en los bolsillos sobre una mesa, ya que esas pertenencias se quedarían en “consigna” hasta mi salida. Revisando mi cartera, encontró una foto de mi hija. Sin que nadie le viera me la dio mientras me guiñaba un ojo cómplice. Nunca pude agradecerle ese gesto de amabilidad dentro de un escenario tan duro como aquel. Simplemente me dijo: “Toma, te ayudará”. Y la guardé en el bolsillo del pantalón haciendo un gesto casi ortopédico con mis manos esposadas.
Estando ya en la sección tercera, y por mediación de Tibi, un preso rumano me dijo que quería regalarme una pulsera con el nombre de mi hija. Le pregunté si era capaz de escribirlo en dos idiomas, con dos alfabetos distintos. Me dijo que no tendría mayor problema. Que con paciencia y saber hacer todo se podía conseguir.
Al día siguiente ya tenía yo la pulsera anudada en mi muñeca derecha. Una pulsera hecha con hilos blancos y verdes. Hilos robados a una sábana de la cárcel y a una toalla en desuso. Una pulsera en cuya parte central, en letras blancas sobre fondo verde, se leía Noa – העונ. Una pulsera que me ayudaba a recordar los abrazos y los besos que Noa me daba. Una pulsera que aún hoy conservo, a pesar de que se me cayera y de que no me la puedo anudar más.
En cuanto pude, y en señal de agradecimiento, le compré al chico que me la regaló un paquete de tabaco y otro de papel de fumar. Me costó mucho trabajo que lo aceptara, pero al final sí que se lo fumó a mi salud. Por su esfuerzo a la hora de regalarme la pulsera sin apenas conocerme.
Gracias a esa pulsera superé los momentos difíciles en los que estaba bajo de ánimo. Gracias a esa pulsera recordé que mi paso por la cárcel debía de ser efímero, que antes o después se demostraría el error cometido y que saldría de allí, tal y como pasó. Gracias a esa pulsera conseguí no meterme en líos allí dentro. Estoy seguro de que también gracias a esa pulsera, estoy aún vivo.
Parece mentira lo que una pulsera puede hacer. El efecto que un recuerdo tan pequeño y sutil puede llegar a tener sobre tu ánimo y tu comportamiento.

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