La locura me llevó a este infierno, pero la muy puta no quiere sacarme de él. Lleva conmigo desde esta mañana, ¿qué digo? Desde mucho antes...
Ahora la miro. No a la locura, a ella... Aunque ambas están inertes y calladas, ella tiene un extraño gesto en la cara y mira al infinito. Sin embargo, la locura, puta, puta, me mira desafiante. No puedo alejarme de ninguna de ellas dos.
El teléfono lleva horas sonando. Creo que a la locura la llamaré Laura, como la mujer que me llama tan insistentemente.
La que mira al infinito es Alicia. Un infinito que no vio venir. Un infinito que no le correspondía.
Estoy pegajoso. Me miro. Tengo sangre por todas partes. La locura me habla: "Es de Alicia". Lo sé.
Alicia era mi mujer. Me dijo que me quedaría sin nada. Se supone que esto debería haber sucedido muy lejos, en un bosque. Pero ha pasado aquí, en casa, cuando esta voz me habló y me dijo "hazlo". Y lo hice. Ahora estamos en casa los tres. La locura que ha empezado a reírse de mí a carcajadas, Alicia que mira al infinitivo y yo, muerto de miedo y más paralizado que ninguna.
Y el teléfono, que no para se sonar...Ah, sí, Laura...
La conocí en el gym. A los seis meses no había día en que no me lo dijese. "No te dejará irte, y si lo hace, será en calzoncillos...".
Cojo el teléfono y lo acerco a la oreja. Una voz de grajo pregunta. No recordaba que Laura tuviese voz de grajo.
-¿Lo hiciste? ¿Lo has hecho ya, Manuel? ¿Dónde estabas que no me cogías el teléfono? ¿Fuiste al bosque? ¿Está muerta? ¡Manuel, Manuel, contesta!