Sólo fue una pantomima que necesitábamos recrear uno y otro, y me digo que la fascinación mutua que se ejerce no logró crear un auténtico estado amoroso, ni deseo, ni ganas, ni instinto de posesión. Sí algo de orgullo y celos, el miedo al abandono y al rechazo… todo eso sí que estuvo presente, pero exento de palabras de amor. Entonces descubro lo que no creí posible: un sentimiento nuevo, sólido y frágil que me distrae por fin de lo anecdótico de una relación, de los orgasmos mecánicos, de los placeres amargos y de la escapatoria como única salida. Te he mirado y escuchado tu nombre sin ninguna disonancia y te he dejado invadirme y permanezco atemorizada al ver regresar esa bella vulnerabilidad, aquella que nace del amor y del miedo a ser amado. Me he dicho que a ese ritmo íbamos a carbonizar el encanto y dejar pasar de lado una historia de lo que se quiera llamar y que merecería algo más de lucidez, que debe de haber en ti tanto sufrimiento como en mí para que la perseverancia aparezca como la única palabra que inunda sin cese cada una de nuestras escapatorias.
Suelo escuchar menos que observar, suelo aprender mucho más mirando a los seres vivir que escuchándolos contar sus experiencias. Cuando no me queda otra opción, escribo.En el silencio ensordecedor de esta mañana gris, como tantas otras que me señala que el vacío reside en mí, acabo por aceptar con calidez lo que me dice la conciencia y entonces convengo con placidez que lo me queda de vida, al ir envejeciendo, tendrá que requerir a partir de ahora sólo algo de eso que algunos suelen llamar lo esencial.A menudo el espejo es implacable, y cuando detrás de él ya no quedan paraísos ni pretextos, es entonces cuando empezamos a mirarnos a nosotros mismos.