Paseíto gaditano por el estresante mes de agosto con parada y fonda en Santa María, donde Samara Montáñez brilla con luz propia, flamenco en los balcones, cultura en la calle
Ya es otoño en las franquicias de la calle Columela, donde el abominable hombre de las nieves invita a comprarse una rebequita. Verano subliminal, aire acondicionado a tope y una hartá de niños por la calle. Más niños que en el escaparate de la mercería San Francisco. Niños, perros y semáforos vetados para el sufrido peatón. Dos horas en rojo, diecisiete segundos en verde, qué verano más estresante, los muertos del mes de agosto, hay familias que pasean como los cangrejos morunos, tal vez como caracoles, apurando el paso, impidiendo el paso por izquierda y derecha, frenando en seco en el momento más inoportuno, perdone, le pisé el juanete sin querer, no se preocupe, ya le cogeré, si acaso en la siguiente vida. Un niñato te grita en la oreja, un perro te lame las heridas, los viejos decansan en los bancos del Palillero, si no hay wifi nos vamos a mirar cómo descuajeringan la fachada de otro inmueble gaditano, Cádiz vuelve a ser Beirut, taladrando la ciudad, obras por todas partes, carriles bicis sobre las aceras y un gentío impresionante en la plaza Mina, coches de capota descapotables con matrícula de la ue, cada vez los hacen más grandes, cada vez sonríen menos las parejas al sol, será el divorcio exprés, será el estrés pos-mundial. Hay gente que habla con el móvil sin hablar, y otra que frena en las esquinas a ver si cae algún incauto pertinaz, vamos todos a platicar sobre el tiempo y el viento, y de vuelta al futuro, a rajar del prójimo más próximo. Un padre que porta un aeroplano de mentirijilla juega a ser descontrolador aéreo, el violinista de la calle Ancha emplea la estrategia del playback, piano pregrabado, se está perdiendo tó, las cosas que pasan hoy, y una tienda sí y cuatro no clama al cielo con el cartel de liquidación total, esto es lo que hay, calles peatonales atestadas de negocios de lencería, será que la gente anda en paños menores por mor de la crisis, está la cosa corta, abunda el paseíto gaditano con la botella de agua en el bolso. En paños menores, pero de marca. Y con la frente alta a un mes de la gloria. Como en la copla de Sabina, ellos se bandean con la lengua más larga, y ellas con la falda cada vez más corta, por algo "semos" campeones/as del mundo, y de Europa, y del universo entero. Prohibido no ser sexy, aunque duela. Ahora pasa un niño con un globo en la mano, una bola del planeta con sabor a chocomenta, hay gaditanos chicos y mayores que aspiran al campeonato mundial de arrastradores de chanclas, y de camareros con cara de asco, y de habitaciones con vistas al mar abigarradas de macetas y de paraísos cerrados por vagaciones. "Del Pópulo, cómo no", reza una camiseta oscura a la vera de Jabonería. Nazarenos hosteleros, soledades compartidas, abanicos de colores y flamenco en los balcones. Cultura en la calle. La dueña de la casa sale a calibrar la situación, y luego su nieta, hasta que aparece la artista expresiva y profunda. La gente mira al cielo. Silencio en la calle.
Plaza de las Canastas, barrio de Santa María, Samara Montáñez cautiva al personal indígena y visitante con una portentosa exhibición de compás, garra y talento. Brinda todos sus recursos en una hora extraordinaria. Las alegrías van por barrios. Pasión y misterio, Un señor con cazadora azul, de dónde vendrá, cuál será su destino. Un matrimonio de guiris cuyo tierno infante se hace pipí en una escupidera de color pera. El concejal Guerrero, el cantante Ruibal, que últimamente no se pierde una. Javier remarca que la idea del flamenco en los balcones, y de las puestas de sol musicales, en las que participaron anoche sus hijos Javi y Lucíam pertenecen a Enrique Linera, aunque el mérito de llevarlas a cabo corresponda a ese lentísimo ayuntamiento. Por cierto, Ruibal cuenta con huéspedes italianos que "mueren" por el flamenco. Universal y vecino de junto. Samara Montáñez, una joven cantaora con muchos kilómetros en lo alto, conoce de primera mano la primera impresión que se llevan los no iniciados cuando escuchan unas bulerías, unas malagueñas, unas rumbas de postín. Pronto, Samara viajará a las Islas Maldivas a dejar constancia de su arte.
Gente sin camiseta se asoma a las ventanas con una cervecita en la mano, Samara borda un tango precioso sobre la ambición desmedida, nadie se lleva nada, si acaso un cosqui mal dado. Y una emoción desmedida. ¡Aire! ¡Que corra el aire!
Agosto, Verano, Diario de Cádiz