Que da igual, que ni yo soy la misma ni tú eres el mismo. Sabes que todo ha cambiado cuando empiezas a tomar café, cuando todo te ilusiona y cuando las resacas empiezan a durar dos días. Lo sabes porque empiezas a diferenciar un adiós de un hasta luego, porque sabes cuándo no te van a llamar al día siguiente.
Ya te cansa la gente que no te aporta nada, te aburre aquella que queda contigo en sus cinco minutos libres para rellenar el hueco. Prefieres buena compañía que una noche de fiesta, empiezas a saber qué es sentirse la oveja negra. Lloras sin vergüenza y abrazas a tu madre orgullosa. Quieres demasiado y aprendes a vivir con que nunca será la última vez que te hagan daño.
Das cada beso como si fuese a ser el último.