Los relatos góticos se denominaron con el término inglés romance (diferente del sentido literario castellano de «romance» y más cercano al de «narración fabulosa») para diferenciarlos de la llamada novel (novela), cuya naturaleza se consideraba más constructiva. En cambio, un romance era una obra de desbordada imaginación que estaba más dirigida a emocionar y entretener al lector que a recrear cuestiones realistas o instructivas; asimismo, la palabra «romántico» (derivada de romance o roman, términos ambos sinónimos de «novela» en algunas lenguas actualmente) tenía una acepción que aludía de forma despectiva a los individuos poco prácticos y con la cabeza en las nubes, hasta que fue desafiantemente adoptada por una generación de artistas, escritores, compositores y, sobre todo, poetas, que se deleitaba con la rebeldía nostálgica que tanto denostaba la sociedad.Al igual que el término «gótico», el de «romántico» ha visto evolucionar su sentido a lo largo de los años. Hoy en día, su significado más extendido es el que lo asocia a cuestiones sentimentales y amorosas, a menudo bañadas en clichés sensibleros. En el siglo XIX, lo romántico aludía siempre a la pasión, pero no se limitaba alas asuntos del corazón; la pasión romántica se filtraba en cada aspecto de la vida, alimentando un espíritu de radicalismo político, liberación sexual y actitudes que cuestionaban lo establecido. El romántico era un rebelde que luchaba contra la opresión y consideraba el arte y la fantasía como las armas de su revolución.De acuerdo con el credo romántico, la creatividad y el individualismo sin restricciones eran sagrados, en oposición a los valores tradicionales del pensamiento lógico y la responsabilidad social. Los individuos introspectivos y creativos eran ensalzados como los profetas y visionarios de la época, y su arte no era percibido como una distracción del mundo material mundano, sino como el camino para superarlo e ir más allá de su tiranía.Nils Stevenson, representante de gira de los Sex Pistols, abanderados del punki, hizo unas declaraciones durante su gira de 1976, Anarchy in the UK, en las que ponía de relieve la conexión implícita que existía entre el movimiento de los punkis de fines de los setenta y los jóvenes románticos de la década de 1800. En Vácant, su diario sobre los años del punki, Stevenson cierra su introducción con una cita de Las raíces del romanticismo, de Isaiah Berlin, según el cual, dichas raíces eran «lo primitivo, lo no instruido, la juventud, la vida..., pero también la palidez, la fiebre, la enfermedad, la decadencia..., la "danza de la muerte", de hecho, la muerte en sí misma..., la turbulencia, la violencia, los conflictos, el caos, pero también la paz... Lo extraño, lo exótico o extravagante, lo grotesco..., lo irracional, lo inenarrable...». Si reflexionamos en ello, esto parece evocar el escenario moderno goth más que la moda del punki que lo antecedió, y tal vez no sea casualidad que Stevenson haya sido luego representante de la banda Siouxsie and the Banshees, unos inconformistas punki que fueron decisivos en el surgimiento del goth.A medida que el romanticismo se extendía en la década de 1840, una rebelde juventud europea, al principio tímidamente, comenzó a fumar los recientemente inventados cigarrillos (en un momento en que el tabaco había pasado de moda), así como a tomar una suerte de potente ponche.Según James Laver, autor de Breve historia del traje y la moda, «la ponchera ocupaba el lugar de honor en todas las famosas fiestas románticas; aunque, tal vez, sería mejor llamarlas orgías siniestras, ya que los románticos no escatimaban esfuerzos en hacer tales reuniones lo más macabras posibles, decorándolas con calaveras, esqueletos, etc., revistiendo la habitación con telas negras y agregando motivos y objetos de una perversión algo pueril. Tomar ponche por placer no es peligroso en sí mismo, pero, cuando se lo bebe en las cantidades adecuadas para acabar con un ser humano, lo más probable es que los efectos sean desafortunados; más de un romántico llegó joven a su tumba a causa de la bebida».En las últimas décadas del siglo XIX, los elementos más oscuros de la tradición romántica dieron origen al llamado «movimiento decadentista o decadente», también llamado «decadentismo». El romanticismo era esencialmente optimista; creía que el mundo podía ser redimido. El decadentismo era pesimista hasta el nihilismo total. En su antología de textos decadentistas Moral Ruins, el autor y editor Brian Stableford describe a los decadentes como «románticos renegados»; ciertamente, el movimiento compartía los ideales románticos de la imaginación y el individualismo, pero los decadentes (o decadentistas) no creían que esas fuerzas pudieran, en última instancia, salvar a la humanidad. Para ellos, todo acaba yéndose al infierno, de modo que es mejor intentar pasado lo mejor posible.Los decadentes creían que sólo los placeres efímeros y artificiales del lujo y la autoindulgencia eran verdaderos. Si los románticos más escandalosos se habían inclinado hacia los narcóticos y el satanismo, los decadentes se abandonarían plenamente a la magia negra, al libertinaje y al consumo de drogas. Al igual que «gótico» y «romántico», el término «decadente» fue inicialmente aplicado de forma irónica y despectiva por sus críticos y detractores, pero los adeptos de dicho movimiento lo asumieron pronto para autodenominarse, aunque algunos de los más conocidos decadentes rechazaran en un principio dicha etiqueta. Ellis Hanson, en su libro Decadence and Catholicism, señala cómo «los decadentes cultivaban una suerte de fascinación por todo lo que comúnmente se percibía como antinatural o degenerado, por la perversidad sexual, los trastornos nerviosos, el delito, la transgresión y, en general, lo enfermizo; y todo ello en un contexto altamente estético que pudiera socavar o, en todo caso, sacudir la moralidad convencional. Tanto estilística como temáticamente, el decadentismo es una estética en la cual el fracaso y la decadencia son considerados seductores, místicos o hermosos...El típico héroe decadente es, con pocas excepciones, un esteta de clase alta, de vestimenta impecable y de elevada educación; un hombre cuya masculinidad se funde con su inclinación hacia lo andrógino, hacia la homosexualidad, el masoquismo, el misticismo o la neurosis».Todo esto ofrece un claro paralelismo con la tradición gótica, por un lado, y con la actual subcultura goth, por otro. «El decadentismo no es un estado de felicidad», comenta Stableford en Moral Ruins «y el decadente no molesta en alcanzar el trivial objetivo de la satisfacción, cuyo precio es ceguera consciente respecto al verdadero estado del mundo. En cambio, convertirse en un conocedor de su propio malestar psíquico (que refleja, por supuesto, el malestar de la sociedad). Es la víctima de diversos males, cuyos nombres se convirtieron en las palabras clave de la retórica decadentista: ennui (hastío); spleen (una suerte de furibunda y reflexiva melancolía); impuissance (impotencia). Este movimiento alcanzó su auge en la década de 1890, en París, la ciudad que se convertiría en el lugar de peregrinación y refugio de poetas disidentes de todo el mundo. El período se conoció como fin de siècle (fin del siglo), y como la tradición mantiene que los fines de siglo acercan de alguna manera al mundo al Apocalipsis, el fin del siglo XIX alentó los desenfrenados y febriles excesos del escenario parisino. (Más tarde, el decadentismo encontraría su meca del siglo XX en la cuidad de Berlín de los años veinte, al mismo tiempo que en Alemania se creaban los filmes expresionistas góticos que antecedieron al cine de terror.)Llegada los años ochenta, el término «Gótico» se utilizó para describir una nueva subcultura musical, nacida de las cenizas del punki y alimentada por el «dandismo» del glam rock de los años setenta, que algunos agudos comentaristas han catalogado de «decadente». El rock goth fue la manifestación más coherente y extendida de la tradid6n gótica de todos los tiempos. A diferencia de la mayoría de los cultos juveniles, como el heavy metal o el rockabilly, el goth no estaba concentrado en un estilo musical en particular, sino en un movimiento underground que asimilaba los artefactos y consignas culturales del pasado.«A lo largo de los últimos veinticinco años, se ha percibido, experimentado y participado de lo goth, desde su "marginalidad de bicho raro" hasta su subcultura de excéntrico pensamiento, aunque totalmente legítimo y universalmente reconocido», afirma Geoff Kayson, uno de los principales diseñadores de joyas góticas de Alchemy. «Como resultado de esto, se ha generado el movimiento virtual del "segundo renacimiento gótico", con un instinto competitivo que eleva inevitablemente sus niveles creativos y comerciales...El movimiento goth tiene su propia literatura, ya sea la novela Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampíre), de Anne Rice, o las narraciones de Edgar Allan Poe. Es la vestimenta, el maquillaje, la actitud... No se trata sólo de bandas de música; ahora, es un estilo de vida para algunas personas.El periodista de rock Mick Mercer acometió la tarea de escribir el primer libro sobre la escena goth, Gothic Rock Black Book, convirtiéndose así en su primer historiador. Mercer describe esta subcultura como «un mundo imaginario violentamente infantil y que supone emplear enormes cantidades de energía y mucha escenificación... Atormentado por imágenes religiosas teñidas de veladas sugerencias sexuales, el escenario gótico rara vez es feliz. Fuera del escenario, lo gótico es un alarido. El escenario gótico gruñe y frunce el ceño. Fuera del escenario, lo gótico se convierte en algo calladamente trastornado y se rodea de ritos de ebriedad y veneración pagana, así como de las entrañas de aquellos filósofos franceses tan psicológicamente alterados».A medida que se acercaba a su propio fin de siglo de los noventa, la cultura popular estaba, en general, lista para seguir a los góticos hasta su lado oscuro. Brian Stableford, como autoridad de la literatura decadente, escribió un artículo para la revista gótica británica Bats and Red Velvet titulado “Novedades de la Fiesta Negra”, en el cual comenta que «el fin de cada siglo ha estado marcado por una sensación de acabamiento: una sensibilidad de fin de siècle que lleva a individuos particularmente sensibles a deleitarse oscuramente con la contemplación de las tinieblas y la decadencia... En nuestra era democrática, adoptar un estilo de vida decadente es algo asequible para cualquiera, algo disponible para todo aquel que disienta de la supuesta respetabilidad de las clases medias. Su manifestación contemporánea más evidente, por supuesto, es la subcultura goth, cuyo nombre rinde homenaje obligado e irónico a las ambiciones arquitectónicas y literarias de Beckford y Walpole».
La aventura estética de todo ésto, tenía también su equivalente literario en "La caída de la casa Usher", de Poe. Había llevado, al igual que el personaje demoníaco del relato de Poe, al cultivo de los sentidos hasta los límites más extremos de la perversión. Por ejemplo, reunir toda una colección de esencias y perfumes, ningún vicio ni curiosidad mórbida eran desconocidos para él y su tórrida imaginación crecía en habitaciones cerradas a cualquier influencia exterior y hasta al mismo a fin de lograr un ambiente opresivo y monstruoso... «Las preocupaciones comunes de la subcultura goth que se describen en The Hex Files evidencian las preocupaciones comunes de las contraculturas de las décadas de 1790 y 1980», comenta Stableford en «Novedades de la Fiesta Negra». «La subcultura gótica se expande para abarcar a muchos, si no todos, los asuntos tratados por Huysman en Contra natura: un libro que despliega ante sus lectores toda una "fiesta negra" de alegres perversiones.» Stableford sostiene que tales «fiestas negras» están limitadas a los últimos años de un siglo. Tal vez sea porque interpreta que el resto de la sociedad está más dispuesta a ser receptiva a este tipo de cosas durante los fin de siglo, con lo cual parece indicar que la atracción por lo oscuro tiene un carácter cíclico, cuando, en realidad, es algo mucho más estable y constante.Pero no se puede negar que, como sostiene Christoph Grunenberg: «es como si la noche eterna hubiese caído sobre el mundo y el negro fuera el color más de moda del otoño del siglo».«La subcultura del rock gótico, sus distintivos códigos de vestimenta y su estilo de vida son casi dos décadas anteriores al actual resurgimiento de la estética gótica», continúa Grunenberg. Sus adeptos conservan su devoción hacia el hechizo de la muerte, lo macabro y lo místico. El look romántico de los góticos, con su fuerte inclinación hacia el negro, fue algo que la moda tradicional se apropió con éxito hace algunos años... Hoy en día, la moda y el diseño góticos se venden a gran escala, en parte gracias a la cantante y actriz que se hizo diseñadora y modista, Cher, cuyo catálogo ofrece joyas y productos de moda, además de pesados pero confortables muebles de reminiscencias medievales. Hoy, la contracultura goth se manifiesta en el mismo corazón de la cultura comercial con una creciente virulencia. Esto nos lleva de nuevo a la pregunta inicial: ¿qué es gótico? en un sentido, es el oscuro trasfondo de la existencia cotidiana, una versión tenebrosa del mundo diurno. En otro, es el acogedor nido de víbora que conforman las contradicciones que se ha desarrollado a través de los cientos de años de contracultura: grotesca, gótica, romántica, decadente, goth...Lo gótico es lo bárbaro sofisticado. Es una pasión por la vida envuelta por el simbolismo de la muerte. Es el amor cínico del sentimiento. Es el matrimonio de los extremos, tales como el sexo y la muerte. Se vale de la oscuridad para iluminar. Cree que el deber es vano y que la vanidad es un deber. Es la compulsión de hacer lo que está mal, pero con los mejores motivos. Es una nostalgia ansiada de los días oscuros de un pasado que nunca existió. Niega la ortodoxia de la realidad y deposita su fe en lo imaginario. Es lo sacrílego y pagano, lo extraño, lo sobrenatural.Pero, como dicen las misma palabras de Gavin Baddeley, ¿es lo gótico simplemente una pose, como sostienen sus detractores? Seguramente, pero ¿acaso no todos posamos un poco en cierta medida? Inevitablemente, el brillante y decadente Oscar Wilde lo define de la mejor manera en su novela gótica "El retrato de Darían Gray" (una fábula fáustica, rica en elementos siniestros, enmarcada en el Londres de la época victoriana), cuando comenta: «Ser natural es simplemente una pose, la pose más irritante que conozco».Bueno... aquí los dejo hasta la próxima, en la que tal vez me atreva a escribir sobre "El diablillo de lo Perverso" ... internándome en la era dorada de la Literatura gótica.