¿Qué es ser un buen estudiante?

Publicado el 30 septiembre 2013 por Mamaquesabe @mamaqsabe

Mi hijo mayor es buen estudiante. Saca buenas notas. Pero eso no es lo que yo entiendo que caracteriza a un buen estudiante, porque si me preguntas (a modo de confesión) te diría que hasta ahora las sacaba un mucho por su propia capacidad innata y otro mucho por el camino que le he mostrado para aprender a sacrificarse.  Y esta parte del sacrificio ha sido dura. ¡Mucho!

Es normal que disfrute más de otras cosas de la vida que de los estudios, y me alegro de que así sea. Si tenéis un hijo al que no le gusta estudiar creo que es de lo más normal, y será muestra de que tiene grandes satisfacciones a su alrededor que lo atraen más. Pero es labor nuestra como padres enseñarles de forma estimulante, divertida y agradable los beneficios que supone aprender a aprender. Y cuanto antes empecemos, menos será el coste, suyo y nuestro.

Mi hijo es un niño muy feliz con lo que lo rodea, y encuentra mil motivos en la vida a los que dedicarse antes de sentarse a estudiar. Yo sacaba muy buenas notas, pero tristemente era porque no tenía mejores cosas que hacer. Así que me alegro de poder ayudar a mi hijo a encontrar ese equilibrio. Sería más preocupante que nuestros hijos no encontraran a su alrededor ninguna cosa que hacer mejor que estudiar

Para mí es un buen estudiante, pero no por las notas que saca sino porque es capaz de sacrificarse en su tarea de aprendizaje cuando le indicas que ha de hacerlo, y porque ya ves que va dando pasos por sí mismo para lograr las cosas dando el máximo de sí con capacidad de esfuerzo y sacrificio.

Cuando vi que tenía capacidades para entender y comprender cosas de forma sencilla, rápidamente me dije: no te creas que tienes el camino más fácil, porque tu camino ahora será a enseñarle que no todo puede dejarlo en manos de sus capacidades, sino que necesita alimentar el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio. Si no, la vida tarde o temprano acabará dándole los palos que él se cree capaz de sortear.

Solo yo sé lo que he trabajado con él… los gritos ahogados que me he tenido que comer, las lágrimas de rabia que me he guardado cuando su soberbia quería sacarme de mis casillas… hasta que he visto que ha aprendido que no es grande por esa capacidad de aprender sin esfuerzo, sino por el esfuerzo que es capaz de dedicar a aprender.

Este año ha empezado 4º de Primaria. Y le dije: mira, si necesitas ayuda te la daré; si te haces preguntas que el libro no responde, te ayudaré a buscar las respuestas; si necesitas hablar de temas que te interesen, me tienes; pero ni te voy a corregir deberes ni te voy a preguntar si te sabes la lección. Creo que tienes recursos suficientes para descubrir tus virtudes y tus defectos. Confío en ti y quiero que descubras lo que tú tienes que descubrir por ti mismo y que yo no te puedo enseñar. Se quedó un poco así… ¿cómo decirlo?… ¿seguro que ya estoy preparado?… ¿no me preguntas?… ¿no quieres saber si estudié?… No, confío en ti.

El otro día tuvo su primer examen. Era de Conocimiento del Medio. Sacó un 9.4. Pero sé que fue la mejor de todas sus notas hasta el momento a pesar de no ser la más alta. Me dijo: ¡mamá, me la he sacado yo solo, solo, solo, solo! A lo que le contesté: recuerda que si sacas menos nota será también tuya y deberás estar orgulloso igualmente; pero si no lo estuvieras, tú solo, solo, solo, solo, tendrás la tarea de encontrar en ti mismo la satisfacción y orgullo por lo que puedas mejorar.

Hasta ahora yo le había ayudado en sus tareas escolares, no tanto en los conocimientos (que eso los aprendemos en nuestro día a día) sino en establecer un hábito y un cuidado por los detalles en el aprendizaje. Por ejemplo le enseñé:

  • Las matemáticas tienen unos procedimientos que, aunque tú  los tengas en tu cabeza y veas el resultado intuitivamente, necesitas saberlos mostrar. Igual en la vida: tú no puedes pretender que la gente te comprenda si no les muestras el camino que has recorrido. Los métodos son tanto o más importantes que los resultados.
  • Los detalles en las tareas no son una pérdida de tiempo, suponen que tienes la paciencia necesaria para no dar el mínimo de ti, sino alcanzar el máximo. Igual que la vida: si eres capaz de ver el bosque pero no te fijas en cada uno de sus árboles te estarás perdiendo cómo es que a partir de lo individual y lo pequeño se consiguen crear las cosas grandes en su conjunto.
  • No se trata de memorizar. Se trata de comprender las cosas y cómo se entrelazan unas y otras para conocer cómo funcionan. Igual que la vida: si sabes caminar, ningún obstáculo te impedirá dar el rodeo para seguir caminando aún cuando te quedes en blanco ante la sorpresa de encontrar algo desconocido.
  • Lo difícil no es aprender a leer, sino comprender lo que lees, encontrar el sentido de quien lo escribió y poder reescribirlo adaptándolo a ti. Igual que la vida: si encuentras en tu camino a gente y solo la escuchas, reconocerás el mensaje pero no entenderás los motivos por los que habla así, ni lo que podrás aprender de ellos y utilizar para tu vida.
  • No se trata de limitarte a aprender lo que te enseñan, se trata de que te puedas plantear nuevas curiosidades que quieras aprender a partir del mínimo que te enseñarán. Igual que en la vida: si te limitas a dar lo justo y mínimo de ti, nunca sabrás lo genial que es abrir las alas y volar por ti mismo.

Así que no, no deberíamos preocuparnos tanto por las notas que sacan nuestros hijos, sino por el esfuerzo y sacrificio que les supone alcanzar cada meta. Quizá haya muchos más buenos estudiantes de los que creemos cuando no solo nos fijemos en sus notas. Quizá los mejores estudiantes son los que aprenden a dar lo máximo que pueden dar, los que se sacrifican y trabajan, y consiguen hacerse así mismos con el mérito del esfuerzo. Y quizá los padres somos los que deberíamos estar a su altura y no a la inversa: para reconocerlos, para motivarlos, para enseñarles el espíritu de la vida, para valorarlos y apreciarlos cuando están dando lo mejor de sí mismos, y alentarlos cuando en nuestro conocimiento objetivo creemos que pueden aprender a dar más sin estar tan pendientes de sus notas.

Los buenos estudiantes no se caen del cielo. Son aquellos que son guiados al principio y que empiezan a forjarse por sí mismos en el equilibrio del esfuerzo y dedicación, y la satisfacción por el mundo atractivo que los rodea. Son aquellos que confían en ti cuando les dices que hay mucho más allá de unas notas. Son aquellos que encuentran el equilibrio entre hacer lo que más les gusta y hacer también lo que deben.

¿Cómo entendéis el papel de padres y maestros en la familia? ¿Os implicáis en establecer un hábito del esfuerzo? ¿Sabéis reconocer el trabajo independientemente de las notas?



También podría interesarte :

Quizás te interesen los siguientes artículos :