Yo creía que los bebés dormían cada vez menos conforme crecían, pero B, descontando el primer mes, duerme mucho más ahora que cuando era una bebecita. Llegué a mencionarle al pediatra que ella no dormía nada durante el día, y me dijo que así era con algunos bebés que dormían toda la noche; yo hacía cuentas de las horas de sueño nocturno, y se alejaban mucho de lo que leía que eran las "pautas generales" de sueño a su edad. Pero pasó el tiempo, y ahora duerme más horas en la noche, y toma al menos dos siestas durante el día -a veces, tres-. No siempre son largas, pero como antes no existían, me parecen la gran cosa. Y surge la pregunta: ¿ahora qué hago?
Tengo una larga lista de cosa por hacer, muchas de las cuales esperan a que B duerma. Otras se pueden hacer con ella, pero es muy apreciable poder ponerme a la labor sin el apremio de "brazos-atención-comida-ahora-ya-ahorayamismo-; es el caso de cocinar o comer... comer con calma. Pero el momento llega siempre un tanto inesperadamente, aunque llegue todos los días, o más bien, me encuentra a mí desprevenida, como medio boba, y tardo un momento en decidir. Si tengo trabajo que entregar, casi no hay pregunta: hay que hacer lo que hay que hacer; pero si el día de entrega no está próximo, todos los pendientes entran al concurso y todos son atractivos. Puedo ponerme a recoger o a limpiar o a lavar; puedo ocuparme de esos proyectos siempre pospuestos por "innecesarios", como colocar una foto en el portarretratos del buró; puedo ponerme al día con correos electrónicos u ordenar papeles; podría, por fin, volver a leer, ¡volver a escribir!, o darme el gusto de simplemente pasear por la blogósfera, escribir una entrada. Estaría bien una lección de inglés o francés... Y la tentación más grande: dormir yo también.
Como he dicho, sus siestas no son muy largas, usualmente; cuando llega a pasar un buen rato de que duerme, la extraño.
Silvia Parque