Qué hacer cuando llega Noviembre

Publicado el 29 noviembre 2015 por Rocío @catpeoplees

Noviembre no es un mal mes. En sus primeros días el tiempo nos dió una tregua y pude escapar de la pereza, aprovechando como excusa una cajita de Ego Experiencias que me regalaron en la reunión de empleados del trabajo. Visité Asturias y Cantabria, así en dos días, pero no las grandes ciudades; sólo algunos pueblecitos de playa y de montaña donde el tiempo pasa más despacio y se disfruta más.

Un viaje: Picos de Europa, Asturias y Cantabria

Si me preguntas te diré que siempre he sido más de campo que de playa, pero viajando al norte me doy cuenta que no sé con qué quedarme. Una de las cosas buenas de viajar allí es que no tienes que elegir: puedes tener playa o montaña en cuestión de minutos.

La primera parada del viaje fue Cangas de Onís.

Visitar la ciudad, el río, subir a lo más alto del puente.

A la subida me hizo reír y cosquillas en los pies el empedrado de la calzada, como el de las calles de la judería de Córdoba pero en tamaño XL.

Por la tarde me acordé de Ciudad Vampira cuando descubrí qué era el “Alimerka” y allí hicimos provisión de pan, dulces y ricores varios para el viaje.

En Mestas de Con fue donde elegí gastar el spa del regalo, dentro del Hotel Villa de Mestas que prometía vistas a los picos de Europa.

Allí se hizo de noche y al salir notabas el frío, pero las ovejas peludas en la puerta y el paisaje mereció la pena. Volvimos a Cangas, al Hostal Fermín y al día siguiente, temprano, marchamos a Covadonga.

El monasterio y la cueva, tan pequeña y en la roca, es bastante impresionante. Había una misa dentro así que no pudimos entrar hasta el final.

Luego a mediodía camino a Lagos de Covadonga, las cabras, las vacas y las ovejas nos hicieron parar el coche en mitad de la calzada unas cuantas veces, para recordarnos que las carreteras allí les pertenecen.

A mí me parece bien que sean las dueñas.

Ellas marcan el ritmo y toman el sol.

Y tú puedes pararte a un lado y observar el paisaje.

Desde lo alto del sendero corto que recorre lagos puedes ver el mar, justo detrás de las montañas.

Y el paisaje es tan impresionante que te hace sentir muy pequeño.

Desde el Mirador Entrelagos podías ver el lago Enol, y los coches sobre la carretera, parecían un scalextric.

Y el refugio podría haber sido el de una película de Tim Burton.

Por la tarde fuimos a Llastres, un pueblecito costero sobre un acantilado de mar.

Subimos a lo alto, vimos su reloj, la casa de pescadores y luego bajamos.

Desde lo más alto se veía una playa de arena, al fondo entre las montañas.

Más tarde en Ribadasella caminar junto a los barcos, por el puerto.

Luego el mar…

…la playa…

… un paseo marítimo…

…y justo a la vuelta de la esquina un puente viejo que fluye con el Sella.

Y miradores para ver las aves.

O las plantas.

O el agua.

Una ruta circular para verlo todo en menos de una hora: playa, río y montaña, para hacerte pensar que pasaste allí una semana.

La última parada fue en Llanes; llegamos de noche y hacía bastante humedad. Vimos el puerto, y el casco histórico; dimos un paseo y una señora nos dijo que por el sur se debía vivir muy bien, pero que ella estaba contenta porque Llanes era un sitio muy bonito y muy tranquilo. No tengo fotos decentes porque había muy poquita luz y demasiado frío para tener las manos mucho tiempo fuera de los bolsillos.

Llegar hasta Cosgaya fue una odisea. Era tarde y la carretera con muchas curvas y precipicios. Otros coches iban rápido, sin miedo, adelantando en las curvas, pero no había luces y en algunos sitios tampoco barreras junto al acantilado.

Pasado Potes llegamos a la desviación de Cosgaya, donde estaba la casita rural. Dimos varias vueltas y sí: es posible perderse en un pueblo con cuatro casas. A las 9 era completamente de noche y no había vecinos para preguntar aunque las luces de algunas casas estaban encendidas. Paramos junto al antiguo lavadero y decidimos buscar la casa andando; creo que salía agua de la montaña y se oía una especie de río ladera abajo. Seguimos a pie, porque no podíamos fiarnos del GPS y al fin llegamos a La Hornera.

Por la mañana, desde la casa teníamos unas vistas increíbles…

…y la mujer de allí nos recomendó una ruta de senderismo.

La Hornera es un lugar precioso para quedarse…

…y Cosgaya te conquista en segundos, y más en otoño, con sus colores, así que hacer fotos y pasear era el mejor plan posible.

Para ver la montaña con perfil de monja.

O para hacer nuevos amigos que se visten a juego con el otoño.

Te propongo un pasatiempo: busca los caballos en esta foto.

Yo quiero ser como esos caballos que viven ahí, verticales, tranquilos, como si no importara el abismo.

O puede que mejor quiera ser como este gato, que me mira desde dentro, tan blanco entre las ruinas.