Revista Literatura

Que no se te note

Publicado el 15 junio 2011 por Tuky @Tuky
“Hay hombres para ser hombres nomás,y hay hombres, para ser arte”Gabo Ferro
Ahí está sentado, a escasos centímetros de tu existencia; o para ser más exactos, de tu moribunda subsistencia.
Él habla y vos, no podés aquietar el corazón.
Lo sé, envuelta en el frío de la noche, sitiada por sus palabras, la nostalgia de su perfume te construye estalactitas en el alma.
Sus labios a treinta centímetros, tienen gusto a constelaciones intransitables y se te derraman ahí (a años luz de distancia), los besos que no podés darle.
Sus párpados etéreos se te escurren entre monosílabos, y cascadas de impotencia se te deshacen en las manos. Se te deshacen en las manos también las ternuras no dadas, como quien deja caer una resignada tela, ante una briza suave.
Él narra los sucesos de su actual existencia y vos, que en silencio escudriñás sus bordes, te perdés en cada línea de sus rasgos; te dormitás en la comisura de su sonrisa.
¿Qué cómo se hace para callar lo que uno siente, para que no se desborden por los ojos las cosas que se guardan?
Silencio.
Que no se te note.
Silencio.
Prendé un cigarrillo, ante las preguntas de respuestas peligrosas.
Y cuando te cuente que naufragó en otro cuerpo; no le digas que son una tonelada de estacas filosas agujereándote el corazón, cada una de esas palabras. No le confieses que el cuerpo de repente, se te vuelve un manojo de plumas que se desvanecen en la nada. Refugiate en las baldosas de la vereda, para que la tristeza no te salte por los poros.
No menciones que cada noche, cada día, cada hora, pensaste en él.
Que no se entere que mutó tu cuerpo de mujer, a estructura de bestia oscura; ni que hasta los dedos de los pies se te convirtieron en garras, entre tanta espera fría.
Silencio.
No digas que llevás tatuadas sus caricias.
Que no note que padeciste sus pestañas, como ecos certeros, tiroteándote desde cada rincón de la cama.
Silencio.
No hables de como la vida se te puso en pausa cuando sus pasos se alejaron; ni de cuán rutinario puede ser un minuto seguido de tres horas, cuando sólo pasaron cinco de su ausencia.
Silencio.
Que nada se equipare a tu tristeza salvo, éste silencio ineficiente y escuálido censurando el amor que le darías.
No comentes que en ésta noche sentís que volvés a respirar sólo, por tenerlo a cerca.
Y cuando te pregunte -¿Qué es lo querés?
Guardá silencio.
No respondas: "a vos". Mejor decí: “lo que no puedo tener

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