
Una de las preguntas más habituales entre los actores y actrices que empiezan es: “¿voy bien?, ¿no estaré yendo demasiado lento?, ¿qué debería estar consiguiendo a estas alturas?”.
Es normal sentirlo, porque la carrera actoral no tiene un manual de instrucciones ni un calendario oficial. Y para colmo, las redes sociales hacen mucho ruido: ves a compañeros que ya tienen representante, que anuncian un rodaje o que suben fotos en un set y entonces te comparas. Parece que todos avanzan más rápido que tú.
La verdad es que cada carrera tiene su ritmo (¡nadie va tarde!), pero sí hay patrones comunes que te pueden ayudar a entender qué es normal en los primeros años. ¿Los vemos?
El primer año: la base
El primer año casi nunca se traduce en trabajo profesional. Es más un tiempo de descubrimiento: te estás formando en alguna escuela, probando disciplinas nuevas y entendiendo cómo funciona la profesión. Empieza a escuchar diariamente palabras que a lo mejor desconocías, como selftape, base de datos, retake o marca personal, y poco a poco empiezas a familiarizarte con el sector.
Lo habitual es que te apuntes a cursos, pruebes talleres, te subas a un escenario amateur o hagas algún corto de estudiantes. Esas experiencias, aunque pequeñas, te dan un primer contacto con dinámicas reales: cómo funciona un rodaje, cómo moverte en un casting o cómo estar encima de un escenario.
Si miras el balance del año, probablemente aún no tengas ingresos como actriz o actor, pero es normal. Este primer tramo es sobre todo para plantar semillas, no para cosechar.
El segundo año: presentándote al mundo
En el segundo año la cosa cambia: empiezas a trabajar tu identidad profesional. Ya no eres solo estudiante, sino que buscas más cómo presentarte al mundo.
Es cuando llega el momento de hacer tus primeras fotos profesionales, grabar escenas para un videobook y preparar un currículum artístico, aunque tengas poco recorrido. Algunos artistas adelantan este paso y se hacen fotos en su primer año, lo cual también es válido. Lo importante es que, cuando llegue el momento, esas imágenes reflejen de verdad quién eres y te ayuden a proyectarte como profesional.
También empiezas a mandar tus primeros emails a agencias y directores de casting. Muchas veces no contestan, otras te dicen que te guardan en base de datos. Aunque parezca poco, ya van siendo pasos reales: estás entrando en su radar y entendiendo lo que funciona y lo que no.
Puede que también llegue tu primera prueba profesional. Quizá para un anuncio, un proyecto teatral pequeño o un papel en un corto. Son oportunidades puntuales, muchas veces por desgracia mal pagadas, pero que te ayudan a entender cómo funciona de verdad el oficio.
Es un año de ensayo y error. Vas probando, te equivocas, corriges. Y, sobre todo, aprendes cómo te ven los demás y qué hueco puedes ocupar en el mercado.
El tercer año: primeras conexiones
Con el tercer año las piezas empiezan a encajar. Ya tienes un material más sólido, sabes qué tipo de papeles te sientan bien (conoces mejor tu perfil actoral y tu marca personal) y tienes más claro cómo quieres presentarte. No significa necesariamente que vivas de esto todavía, pero sí que tu carrera empieza a tener forma.
Lo normal es que algún director de casting ya te recuerde de pruebas anteriores, que algún compañero te recomiende para un proyecto o que firmes con tu primer representante serio. También puede que consigas un papel secundario en una serie, que te subas a un escenario en un montaje profesional o que participes en un largometraje independiente.
No es una gran estabilidad, pero ya no estás en la casilla de salida. Empiezas a construir recorrido y, lo más importante, a encontrar tu hueco y sentirte parte de la profesión.
Entonces… ¿voy bien o voy lento?
Esto es lo que pensamos: ¡si estás en movimiento, vas bien!
En esta profesión los tiempos son muy relativos. Hay actrices o actores que consiguen su primer papel grande al poco de empezar, y otros que tardan cinco años, o los que sean, en que les llegue una oportunidad visible.
Las situaciones personales también influyen mucho en el ritmo:
- Ciudad donde vives. No es lo mismo empezar en Madrid o Barcelona que en una pequeña localidad, o si puedes tienes posibilidad de desplazarte o no, ya que el volumen de castings y rodajes cambia mucho.
- Disponibilidad. Si puedes asistir a castings en horario laboral o a pruebas de última hora en las que avisen con muy poco margen, avanzas distinto a quien depende de otro empleo más rígido.
- Idiomas y habilidades extra. Hablar inglés, cantar, bailar, montar a caballo o dominar acentos puede darte acceso a más oportunidades si lo vendes bien.
- Inversión inicial. Hay artistas que pueden permitirse desde el principio un buen book, un curso específico de cámara o incluso viajar a castings en otras ciudades, cosa que les da cierta ventaja al empezar. Otros avanzan más despacio porque tienen que ir haciéndolo poco a poco, y también está bien: lo importante es que cada paso lo des en el momento adecuado para ti.
Aun así, sea cual sea tu situación, la diferencia está en la constancia: seguir formándote, actualizar tu material, presentarte a castings y mantener la motivación sin tirar la toalla incluso cuando parece que no está pasando nada.
En lugar de compararte con otros, mírate a ti mismo: ¿dónde estabas hace un año y dónde estás ahora? ¿Qué nuevas habilidades has ganado? ¿Cuántos contactos has sumado? ¿Te sientes más seguro frente a cámara? Si la respuesta es sí, ¡entonces estás avanzando!
¿Quieres claridad sobre tus próximos pasos?
En nuestra Orientación Artística escuchamos en qué punto estás, resolvemos todas tus dudas, te explicamos todo lo que necesitas para dar tus siguientes pasos y creamos juntos un plan de acción para que encuentres trabajo, consigas representante o ganes la estabilidad que buscas en tu carrera. ¡No te sientas perdido nunca más!
