La arquitectura verde era en otra época un concepto marginal, pero está ganando importancia con el tiempo. Ya pocos dudan si los paneles solares y el vidrio doble de las ventanas son nuestros amigos: basta ver el descenso en la factura de la luz.
Nos tenemos que trasladar a comienzos del siglo XIX cuando William Blake se rebeló contra los principios de la Revolución Industrial. En esos días, los molinos a vapor Albion Flour Mills de Southwark, cercanos a la residencia de Blake, ardieron en misteriosas circunstancias provocando un rastro de destrucción medioambiental no conocido hasta la fecha, lo que provocó el surgimiento de una incipiente conciencia sobre los problemas del Medio Ambiente.
¿Qué tiene que ver la arquitectura con todo esto? Pues regresando a nuestro días, en Estados Unidos, el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) procede de edificios, y en una ciudad como Nueva York, los edificios consumen el 94% de la energía. Es obvio que la industrialización ha permitido a una población cada vez mayor beneficiarse de unas condiciones de vida inalcanzables en tiempos del mencionado Blake. Sin embargo, no se nos escapa que unos métodos de construcción tradicionales que hicieran uso de la madera o de la piedra labrada a mano, sin redes de transporte capaces de traer materiales desde la otra punta del planeta, hubieran producido un daño medioambiental mucho menor que el que producen las casas de hoy en día. El uso de materiales locales, e incluso la utilización de sistemas solares pasivos que eviten un aumento o pérdida de calor excesivos, son aspectos de la arquitectura ecológica que se remontan casi hasta las primeras construcciones.
Huyendo de la sostenibilidad como una etiqueta para vender productos, y antes de buscar ejemplos de arquitectura ecológica o sostenible, surge un problema evidente respecto a la definición de estos términos. La Comisión Mundial sobre el Medio y el Desarrollo de Naciones Unidas (World Commission on Environment and Development – WCED) definió en su Informe Brundtland el desarrollo sostenible como aquellos caminos de progreso social, económico y político que satisfacen las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades. Un año después de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, el Congreso Mundial de Arquitectos lo simplificó un poco: sostenibilidad significa satisfacer nuestras necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades.
Por tanto, podemos entender como arquitectura sostenible ó verde aquella que concibe el diseño arquitectónico de manera sostenible, buscando optimizar los recursos naturales y los sistemas de la edificación de tal modo que minimicen su impacto ambiental sobre el medio y sus habitantes
Un hito importante en el interés por lo medioambiental fue la publicación en 1962 de Primavera Silenciosa de Rachel Carson. En este libro se documentaban los efectos perniciosos de los pesticidas sobre el entorno. Más tarde, en la década de los 70, el espectacular aumento del precio del petróleo avivó el interés por la fuentes de energías renovables y por la eficiencia energética. En 1993 se fundó el US Green Building Council (USGBC) y cinco años después se lanzo su programa Leadership in Energy and Environmental Design (LEED) que, en pocas palabras, proporciona un marco completo para evaluar la ecoeficiencia de un edificio y cumplir los fines de la sostenibilidad.
Evidentemente, esto es únicamente el principio. En nuestro próximo artículo empezaremos a atisbar lo que la arquitectura puede hacer por la sostenibilidad.