En este planeta hay muchos bichos malos y el Ego es uno de ellos.
Ego es feo, malcriado, insensible, autoritario, indomable, posesivo, insensato, cabezota y aguafiestas.
No debemos confundir el Ego con el respeto que debemos tenernos a nosotros mismos ni tampoco por ese amor propio o autoestima que por razones de salud mental tienen que estar en niveles óptimos.
O sea (siempre desde mi punto de vista) que lo ideal es que te mires al espejo, te quieras, te sientas capacitado para enfrentarte al mundo y para conseguir tus objetivos en la vida, pero que ese amor hacia tu persona y ese empeño de crecer no te supere o sea tu propio enemigo.
He estado observando mucho a las personas que me rodean, a la gente con la que coincido en el transporte público, la que trato por cuestiones laborales, el comportamiento de los famosos o no tan famosos que aparecen en la televisión, y en general con quien me cruzo en el día a día llegando a una conclusión final: Es preocupante el nivel de egocentrismo que se respira.
Escuchas sutilmente las conversaciones ajenas y te sorprende ver como algunas personas no escuchan a nadie, sólo hablan de sí mismos, de lo que piensan, de lo que opinan, de lo que hacen, mostrando cómo si lo que el resto tiene que contar fuese mucho menos interesante. A veces parece que sólo quieren oírse a sí mismos.
¡Blablablablabla!
Personas que elevan su opinión a verdad universal e incuestionable.
Personas que creen que deben ser idolatrados, adorados o seguidos como si fuesen líderes o dioses.
Descubres personas que piensan que los demás no están a su altura, que quien quiera estar a su lado debe ganárselo con esfuerzo y un 100% de dedicación. Parece que piden que esa persona se sacrifique a sí misma en pos de una amistad común o una relación de amor.
Seres egoístas, déspotas, irreverentes, que miran desde las alturas y se sienten bendecidos con un halo de encanto y glamour.
¡Es una lástima!
Sinceramente lo creo…
Son personas que en su más recóndito rincón del subconsciente encierran un montón de traumas atados de pies y manos. Complejos y trastornos de la personalidad custodiados por ese bicho malo llamado Ego que se dedica a evitar que afloren dejando indefenso a su dueño. Ese malvado Ego, impide que el propietario de esos defectos pueda enfrentarlos, superarlos y olvidarlos. En su lugar los disfraza, los desfigura y los enmascara detrás de ese falso glamour, acompañándolo de una verborrea publicista que vende una imagen que brilla y deslumbra como el sol.
En realidad, ese maligno ser, el EGO, eclipsa totalmente a su dueño, y de rebote intenta anular a las personas que le acompañan.
Repito: ¡Es una lástima!
Esa persona ególatra está condenada a la infelicidad porque sus complejos siguen en su interior, y de vez en cuando será inevitable que se hagan evidentes. El subconsciente es lo que tiene, está velado pero “está”, y aparece cuando la persona se encuentra con la guardia baja provocando emociones contradictorias, desconsuelo, tristeza, decepciones y comportamientos incoherentes o irracionales.
De verdad creo que no es necesario rendirnos culto a nosotros mismos de esa manera.