"...Que tus ojos reciban la frescura de mis besos
y tu alma la ilusión de las sirenas..."
Eso vine yo a dejarte en un susurro
y quizás, el principio
de muchas, muchísimas cosas
que hubiera querido contarte,
hablarte, murmurarte y decirte al oído,
aunque sé que es imposible,
porque tienes que descansar,
ya que el tiempo pasa, el sueño acude
y estás tremendamente agotada.
¿Cómo somos algunas personas...?
En realidad me lo pregunto muchas veces
y trato de obtener una respuesta,
que no llega.
No seré yo quien hable de mí ahora
y quien diga nada, porque no sería lo correcto
y menos en estas horas de la noche.
Si acaso dejar vagar la imaginación,
el pensamiento, como antes decíamos,
la ilusión y la utopía,
todo eso que en el mundo de los sueños
forma un lindo crisol en que se bañan los poetas.
Porque es cierto lo que intentaba
decir con esa frase,
y quería que tus ojos recibieran el aliento
de mis labios,
ese beso tan velado que llevara
mis suspiros a los tuyos,
ese roce, tan sutil, ´
que con mis dedos arrancaran a tu piel
de su modorra y la hicieran
simplemente estremecer.
Quizás solo buscaría estar ahí,
junto a tu lado, en este instante,
escuchando los latidos de tu pecho,
controlando tu respiración
que poco a poco conseguía el equilibrio
necesario para ir a descansar junto a Morpheo.
Aun recuerdo alguna vez que así te he visto
y pasado mucho rato contemplándote.
Fueron noches que no olvido,
que retengo en el recuerdo,
que las vivo y las revivo para mí,
porque son como fragmentos
de unos cuadros compartidos,
de una escena personal
e interminable entre dos almas
que se amaron y se aman,
como nadie entendería.
Y no hablo de princesas y sirenas
porque creo que las mismas
se quedaron con nosotros en la infancia.
Hoy existen otros duendes
que pululan por las noches
y hay estrellas caprichosas
que nos miran y nos siguen,
y una luna, sonriente,
que se acerca a la ventana y nos saluda
muy coqueta.
Y allí estás con tu paciencia y tu sonrisa,
con tus ojos de gitana recibiendo su cariño
y a la vez, acariciando mis cabellos,
mientras yo tomo tu mano
y la aprieto suavemente
y te digo que te quiero
y me miro en tus pupilas
descubriendo esos efectos de la luna
y las estrellas que me dices
y señalas con orgullo.
Sé que amar es muy difícil
y es la suma de segundos
y minutos que conforman cada día,
y es el dar y el recibir y el ofrecer
todo el cariño que uno siente por aquel
a quien se entrega sin pedirle nunca nada.
Porque amamos cada vez que nos miramos,
cada vez que nos sentimos tan cercanos,
cada vez que nos avisan las campanas
de la iglesia,
cada vez que los relojes nos anuncian
esa hora del adiós y la partida.
Y es que amor y poesía van unidos
y se juntan a tu lado
y en tu pecho y en tu alma,
y es el lazo indivisible que tú llevas
y que siempre me has mostrado
y ofrecido,
sin pedirme nunca nada.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/06/14 (Madrugada)