Queda el lamento donde la huella quiso ser madrugada. Queda el olvido, la flor en el ocaso en la escarcha presa. Queda la espuma, como manto sin garra, sobre los cuerpos. Por quedar, quedan bocas, labios sedientos de otra mañana. Queda por cierto que el mar verá la luna cuando ella quiera.
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