Todo el mundo sabía que era una mujer bala por su forma de arrojarse hacia la caja del supermercado. No podía remediarlo. Además, a ella siempre le correspondía hacer la compra. Por su parte, Andrea, el funambulista, se encargaba de tender la colada entre los postes de la luz. Cada cual tenía su tarea. La comida la preparaban entre Dimitri, el lanzacuchillos, pues nadie pelaba patatas como él, y Katia, la tragafuegos, que disponía las brasas en un instante. El único que no estaba contento con su ocupación era Marcel, el escapista, a quien le tocaba declararse culpable cada vez que alguno del circo se metía en un lío.
NiñoCactus