Por infortunios de la vida, hoy te voy a hablar de un suceso que me ha trastocado esta semana, y no tengo claro si tendré que sumar alguna más.
El pasado lunes, después de comer, seguí trabajando. Estaba inmerso en un documento que debía rematar esa tarde. Cuando llevaba media hora, quizás algo más, de trabajo, levanté la vista. Me sobresalté. Todo a mi alrededor había perdido la definición. Todo estaba borroso. Me asusté. Me asusté mucho. Me toqué los ojos, como si me estuviera despertando de un sueño. Todo seguía borroso. Pensaba que no podía ser, que hacía escasamente una hora, veía a la perfección. Había estado viendo incluso la TV en el “Fede”, nuestro restaurante habitual.
Fui a lavarme la cara. Nada. Todo seguía igual. La ansiedad iba haciendo acto de presencia. Dolor de cabeza, náuseas… No era capaz de entender que me estaba pasando, pero, y llámame cobarde, me aterrorizaba. Busqué y busqué, sin saber realmente el qué, hasta que un compañero me detuvo, y me hizo recuperar algo de serenidad.
Acabé en el hospital, como otros tantos días de las semanas anteriores, para ver qué me estaba pasando en los ojos. Me hicieron unas cuantas pruebas. La doctora, que ya me había visitado en otras ocasiones, no tenía una cara muy halagüeña.
Ahora estoy escribiendo con los ojos cerrados, ventajas de haber hecho un curso de mecanografía en quinto de EGB y llevar tanto tiempo trabajando con el ordenador. El teclado no tiene demasiados misterios, y las faltas, ya las corrige el procesador de textos.
Cuando pestañeo, es como si me clavaran pequeñas agujas en los ojos. Sigo viendo borroso. No puedo ver la TV, no debería estar delante del monitor, no puedo leer. Puedo pasear, pero la naturaleza también está en mi contra y el ambiente está cargado de partículas en suspensión.
Tanto ayer como hoy han sido aburridos. Tumbado en el sofá. Mirando de vez en cuando el correo en el iPod. Las llamadas de mi mujer, mis padres y algunos amigos han sido el aliciente del día. También el ir a ver entrenar, aunque haya sido poco rato, a mi hijo.
El estado de ansiedad por no ver bien, unido al de la ignorancia de por qué me está sucediendo esto y mezclado con las gotas del aburrimiento, conforman un agobio impresionante. El hecho de que me hayan dicho que no tenga prisa por la curación, que lleva su tiempo, y que la mejor medicina es la paciencia, no ayudan demasiado.
Ahora toca esperar a recuperarse, de momento, seguiré aburriéndome, no me queda otra…
Buenas noches y buena suerte,