Cuando escribo la vida fluye y sigue su curso, las lágrimas caen pero fertilizan mis sentimientos. No se derrochan en vano, siempre tienen un objetivo como cualquier otro pensamiento humano. Me siento decaído y desolado, solo y fatigado, confuso y sin ser llorado por una perdida que jamás obtuvo… el simple hecho de haber perdido el anhelo que me perturba, ya de por si solo, me llenaría de gratitud.
No obtuve ese placer y mucho menos agradeceré su contrariedad convertida en mi sombra, día y noche aunque no la vea, aunque no la sienta, ni la perciba tan siquiera pero sí, ahí está ella. Lo sé, la veo y siento. ¿La espío? Tal vez, tal vez mi locura llegue a tal extremo.
Persiguiéndome, acosándome, perturbando mi comportamiento y observando mis movimientos, no puedo evitar preguntarme ¿por qué a mí? Que pecado he cometido, que destino me aguarda si sigo así, que destino, ¡Que futuro!.Lee búho, lee...