¿Quién castiga a los adultos cuando se portan mal?

El otro día castigué a mi hijo. No recuerdo muy bien porqué, seguramente fuese una tontería, algo que le había dicho un millón de veces que no hiciera y que, jugando, volvió a hacer en el peor momento para mis nervios. Ese tipo de cosas que sabes que tienes que inculcarle y te ves obligado a ponerte serio para que te haga caso y olvidas que tan solo es un niño.

Total, que cuando terminé de echarle la charla, se quedó pensativo un momento y me hizo una pregunta.

-Papá, ¿quién castiga a los adultos cuando se portan mal?

El que se quedó pensativo entonces fui yo, mucho más tiempo del que lo había hecho él. Pensé en inventarme una charla de derecho penal, crimen y castigo y demás, pero de sobra sabe que los malos van a la cárcel y no era eso a lo que él se refería.

Pensé en las veces que le había dicho que íbamos a hacer algo y que al final no podíamos, las veces que por error le había regañado sin razón, las veces que se me había olvidado hacer algo que sabía que le gustaba porque tenía otras cosas en la cabeza, o las veces que de una manera u otra había sido injusto con él. Y yo no soy un niño.

Por respuesta a su pregunta le quité el castigo y le propuse un trato. En adelante en cualquier momento que viera que yo me estaba portando mal tendría que decírmelo y ya decidiríamos que castigo ponerme.

Ha pasado el tiempo y todavía no me ha castigado ni una sola vez, aunque no tiene mérito: mi hijo me quiere mucho.