Bibliometro #68. Resulta que Mr. Mercedes, uno de los libros más recientes de Stephen King (al menos de la década pasada, para mí eso es reciente, sobre todo en una ininterrumpida carrera que se remonta hasta mediados de los setenta), es parte de una trilogía, y como nosotros leímos el primer libro hace ya su buen puñado de semanas, pues, naturalmente, toca continuar con el que le sigue, el que continúa con las aventuras de Bill Hodges y sus singulares Watsons, la rara Holly Gibney y el superdotado Jerome Robinson, el improbable trío investigativo. Se llama Quien pierde paga, el libro, la segunda parte de la trilogy.
El título original es Finders Keepers, que es una forma que los gringos tienen de decir que quien encuentra un objeto perdido se lo puede quedar sin importar que otra persona venga a decir que el objeto era suyo, porque en la lógica infantil, si estaba ahí tirado no era de nadie y yo lo encontré entonces ahora es mío. Finders Keepers es también el nombre de la agencia de investigación que fundan Bill Hodges y su ayudante Holly Gibney.En todo caso, Bill Hodges y los demás son personajes secundarios. En esta ocasión el principal conflicto tiene que ver con el asesinato de un célebre escritor estadounidense retirado de la vida pública en una aislada granja, quien sin embargo nunca dejó de escribir, en especial la historia del personaje que lo hizo famoso y que lo convirtió en uno de los grandes de la literatura estadounidense. De la escena del crimen desaparecieron numerosos sobres con dinero y, más importante, docenas y docenas de cuadernos manuscritos obviamente inéditos. Un niño encuentra, por pura casualidad, semejante tesoro, pero... ¿y el asesino? ¿Dónde está, por qué escondió el botín, por qué no fue a recuperarlo nunca, volverá alguna vez? Tal es la interesantísima premisa que pone en movimiento los engranajes de esta trepidante novela de tesoros escondidos/encontrados, de cazadores y cazados, que se lee con ritmo apabullante y devorador, con la maestría de King para mantenerte atrapado en cada página, haciendo que se te olvide el paso del tiempo. Así las cosas, la trama va avanzando a paso firme y tenso a través de sus tres principales personajes, pero no es únicamente la trama lo que te engancha, es también esa cosa indescriptible, encantadora, mágica, que en esta ocasión tiene que ver con el amor y la pasión por la lectura o la literatura, en tanto ese es el pilar fundamental o motor narrativo que mueve todo: el tesoro que encierran esos cuadernos, la llave única que te abre el portal a esos mundos paralelos y fantásticos en donde la realidad palidece ante el universo creativo y ficticio del autor. A quién no le resulta fascinante cuando en las novelas nos empiezan a hablar de escritores ficticios con sus obras maestras ficticias, como lo hacía Bolaño por ejemplo en La literatura nazi en América o, sobre todo, en 2666 con el Arcimboldi ese. También es una novela estremecedora y bastante conmovedora, en tanto los personajes te resultan creíbles, incluso los villanos, los malos, pues sus motivaciones no son las típicas o trilladas excusas de siempre, y vaya que sufren y vaya que se comportan como los humanos imperfectos que son y cuya imperfección provoca semejante convoy de desgracias y equivocaciones. Errores y horrores: la esperanza de algunos y la desesperación de otros, la bondad y el amor contra la infelicidad y el rencor. A mí me encanto que la codicia, aunque presente, no sea el gran motor de los personajes principales. Le da un toque de frescura y originalidad. Al menos no es una codicia pecuniaria, sino que, digamos, una codicia de conocimientos... El conocimiento no tiene precio y por eso los personajes parecen arriesgar mucho más por un puñado de cuadernos que por un puñado de dólares.Aunque en este libro hay bastante mala leche y sordidez en la escritura de King (sobre todo en lo que respecta a las porciones centradas en el desgraciado "lobo", con quien parece ensañarse más de la cuenta), sí he de decir que estamos lejos de los tiempos en donde su pluma era también un certero y quirúrgico bisturí capaz de cortar y penetrar en lo más recóndito del ser humano, o un dedo que se metía furiosamente en la llaga para ir sacando retorcidos girones de piel y carne o mugres que se quedaban bajo la uña. King es un hombre feliz y apaciguado y se nota también en una escritura más sencilla y menos exigente (lo que ayuda también a que la lectura sea más rápida y ágil de lo acostumbrado: no necesitas leer con la misma atención con que se leía, por ejemplo, It, o 22/11/63, o Carretera maldita, en donde podías palpar todo un mundo subterráneo bajo las palabras sobre el papel y leías con más pausa para degustar mejor dicha profundidad), que eso sí maravilla cuando se trata de describir el amor por la literatura y el amor y el afecto que algunos personajes sienten entre sí. Un King PG-13, en otras palabras. Un King que nos entrega una excelente novela pletórica de sus características más reconocibles, es cierto, pero sin esa insondable y asfixiante oscuridad, además de la ya mentada mala leche y brutalidad y sordidez, que caracterizan sus trabajos más densos y memorables. Es cosa mía, claramente, quizás a otros les parezca que Quien pierde paga es, en efecto, una novela suuuuuuuumamente truculenta y oscura.Con todo, no nos equivoquemos: Quien pierde paga es, como se dice, un novelón de ritmo perfecto, trama ágil y narrada con habilidad, personajes atractivos y muy bien construidos y desarrollados, además de esa jocosa magia propia de King. Una lectura imperdible, sin duda.
Un grandiosísimo año de lecturas ha tenido Quien pierde gana, pues desde principios de febrero ha sido pedido en once ocasiones, es decir una vez al mes, y puedo dar fe de ello porque un par de veces intenté pedirlo y nop, no estaba disponible, porque como se ve, se ha pedido harto. Esperemos que no nos tome tanto tiempo encontrar el fin de la trilogía, Fin de guardia.