Voy a contar una historia de la que algunos de vosotros habréis escuchado pero que aún así merece la pena volver a recordarla. Se trata de una historia del libro “¿Quién se ha llevado mi queso?”, escrito por Spencer Johnson en 1998, en la que dos ratones, dos hombrecillos y un queso se convierten en los protagonistas de una fábula que tantas similitudes guarda con los tiempos que corren, y por ello se ha convertido en un relato muy preciado en el mundo empresarial. Tanto es así, que muchos directivos decidieron regalar este libro a sus empleados para que afrontaran con actitud positiva el cambio de la crisis.
La historia comienza presentando a sus cuatro personajes, los ratones Sniff y Scurry, y los hombrecillos Hem y Haw, y su búsqueda de queso en un laberinto que representa el mundo real. Al comienzo de la fábula viven de un gran depósito de queso, al que Sniff y Scurry acuden temprano a diario, y al que van también Hem y Haw, pero con calma, pues saben que su sustento está asegurado.
Un día, los ratones llegaron al depósito de queso y descubrieron que no quedaba más. Aún así, éstos ya se habían percatado de que cada día había menos queso y el cambio no los cogió desprevenidos. Aprovechando su capacidad para “olisquear” (sniff) y “corretear” (scurry), se lanzan en busca de más queso por el laberinto.
Más tarde llegaron Hem (carraspear) y Haw (vacilar), que no estaban preparados para descubrir que no había queso y no sabían que hacer. Volvieron a sus casas con hambre y desánimo. Al día siguiente regresaron al depósito para descubrir que el queso seguía sin estar ahí. Hem pronuncia enfadado la frase que da título a esta historia: “¿Quién se ha llevado mi queso? No es justo ¿Por qué nos han hecho esto? Tenemos derecho a nuestro queso.”
Un día cansado de esperar, Haw se calzó las zapatillas de correr y se dispuso a explorar el laberinto, pero no logró convencer a Hem para que lo acompañara. Durante algunos días fue encontrando un poco de queso aquí y allá y comprendió que el queso del depósito no había desaparecido de repente, y que si se hubiese mantenido alerta el cambio no le habría cogido desprevenido. Por fin encontró un nuevo depósito de queso y allí descubrió la presencia de los ratones, que llevaban allí desde hacía un buen tiempo.
A partir de ese momento, para evitar que el cambio le volviera a coger desprevenido Haw se dedicó cada día a comprobar el estado en el que se encontraba su queso y realizó salidas por el laberinto para explorar zonas nuevas y no aislarse en su zona de comodidad.
Como ya se ha mencionado, este libro se concibió como una metáfora sobre las diferentes posturas que nos podemos encontrar frente a un cambio que nos quita aquello que apreciábamos e incluso veíamos como un derecho. Así, los ratones simbolizan una actitud activa: aceptan lo inevitable y se proponen de inmediato intentar arreglarla. Los hombrecillos, por contra, simbolizan la pasividad: la resistencia a cambiar, la nostalgia de lo perdido.
¿Cómo podemos aplicarnos esto? Ya llevamos alrededor de 6 años en crisis, así que de nada sirve predicar con el ejemplo, diciendo lo que hay o no hay que hacer. Pero sí nos sirve para mirar atrás y ver cómo han ido las cosas a nuestro alrededor, y de esta manera, intentar hacerlo mejor en el futuro. Si bien es cierto que, al menos en mi caso, la vida en la universidad me ha mantenido un poco ajeno al mundo real, en muy breve entraremos en ese vórtice de decepciones, o quien sabe, de alegrías que esta crisis nos deparará. Nadie sabe lo que le espera después, pero ante todo hay que afrontarlo con decisión y con ilusión. Y sino que se lo pregunten a los ratoncillos.
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