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Quien tenga oídos... ¡Qué escuche!...

Publicado el 24 mayo 2010 por Lacoleccionistadeespejos
Quien tenga oídos... ¡Qué escuche!...
A Esmeralda Clark, porque todavía camina entre nosotros
Mi muy querido amigo Randall Quirós, un puriscaleño de cepa me preguntó con vehemencia el otro día; ¿Con quien dialoga el negro que escribe? La pregunta, quizás impensada y compleja me tomó por sorpresa y me puso a cavilar en torno al asunto; pues es un hecho que nunca había pensado en eso... ¿Con quien dialoga el negro que escribe?
En principio y más por una suerte de credibilidad más que por otra cosa, definir el término negro y sus complicaciones como tal; después determinar a cuál grupo de escritores negros se refiere; especificar a cuál genero literario recurre(n) para plasmar sentimientos e ideas y finalmente delimitar el rango de acción, (porque una cosa es hablar del negro estadounidense, otra del habitante caribeño común, otra del latinoamericano, o del africano) compromete de forma diferente el qué decir y hacer sobre un escritor afro-descendiente y, una vez establecido eso, obviemos la definición de negro-escritor y aceptemos su existencia a priori.
Como primer marco de trabajo, recordemos a los escritores emblemáticos del Negrismo Caribeño, los de la Negritud Parisina, los del Renacimiento y del Neo Renacimiento de Harlem, sin olvidar los del Panafricanismo y el NeoPanafricanismo norteamericano e internacional, afirmando con ciertas reservas, que en términos generales el negro que escribe ha establecido en su literatura algo más que un simple diálogo, monólogo, o soliloquio, dónde está claro que muchos de ellos se han inclinado por una dialéctica particular e identificativa de sus contexto y ambiente social, y que sin embargo no han existido respuestas satisfactorias a lo que, desde su punto de vista, se plantea como un mal social único y personal... en consecuencia el silencio (no-absoluto), ha sido muchas veces de lo debido la respuesta contraproducente a lo que se dice. Luego, tomemos el ejemplo del Renacentismo Harlemniano, en cuyo movimiento un gran número de artistas negros (que van desde pintores hasta músicos y poetas), procuraron dialogar con el gran público lector estadounidense... de nuevo la respuesta fue nula o, al menos, no la esperada. Ante esto particularicemos con dos poemas de uno de los autores norteamericanos más emblemáticos Langston Hughes, “Harlem y Mother to Son”. Harlem, una composición homónima del tiempo de la lucha contra los conceptos raciales, continúa su devenir poético hasta que inesperadamente rompe el silencio de muchas otras dudas con una pregunta que cifra su blanco en la comunidad caucásica estadounidense...
¿Qué le sucede a un sueño pospuesto, detenido, prometido y/o postergado?, dice Hughes, apelando a la sensibilidad del estadounidense arraigada en su misma identidad nacional: el mitológico “Sueño Americano”, del que casi todos los inmigrantes de Unión América han tenido la oportunidad de disfrutar... Tal vez entre batientes debería leerse, ¿Qué pasa con esa comunidad que llega o, más bien fue traída aquí hace más 400 años?¿Cuándo este sueño llegará a convertirse en realidad?...
Por el otro lado, en Mother to Son (Hughes, 1973), la ya típica madre negra instruye al hijo, —un hijo negro— en los Estados Unidos (de hace unas décadas) inmersa en convulsiones y contradicciones sociales (y murallas tan infranqueables para el neófito como las Rocallosas y los Apalaches durante la conquista del Oeste pudo ofrecer al incauto); aconsejándole que sea fuerte e insistente ...porque, el vivir para ella no ha sido fácil y le advierte que no lo será para él tampoco... mas tiene que continuar en la lucha, sin detenerse, siempre continuar aunque sea oscuro el camino, aunque no exista camino alguno...
Entonces, resulta simbólico el hecho de que el hijo no le conteste a la madre; pero esperamos que por lo menos haya escuchado e interiorizado lo que le dice, pues aquí el discurso es para el caucásico a través del hijo silencioso que repite lo dicho como frente a un espejo. Ante esta falta de diálogo, el grupo de Harlem inicia otro movimiento en París: el de la Negritud, cuyo profético poema de iniciación enumera algunas de las posibles consecuencias del silencio:

Pueda, que se arrugue o seque como una uva expuesta al sol,
que se convierta en una llaga y supure, que se vuelva caramelo,
se convierta en una carga pesada, difícil de sobrellevar
(la sentencia amenazante aguarda a caer en su punto como es debido)
o... pueda ser que explote”...

Como en efecto lo hizo durante la época de los setenta.
El continente africano y sus innumerables escritores, tampoco es ajeno al intento de diálogo; sólo que la mayoría de las veces el voceo encontrado es siempre obsesivo y siempre parece dirigirse a su más grande invasor, Europa; y allí también el negro y más el escritor ha encontrado oídos sordos. Prueba clara de ello, es que mientras el incólume Senghor; insistía en las virtudes de la mujer negra, por sus diversos papeles cotidianos, respaldando con ello la teoría del ritmo en el negro, Achebe (1959), por otro lado denunciaba la destrucción de la civilización africana propiciada por la presencia occidental en el continente. En medio de ellos, Wole Soyinka combatía a Senghor, diciendo que no había que blasonar la filosofía del ritmo, sino que con vivirla bastaba.
En la cuenca del Caribe, donde el Antillismo o Negrismo se impuso entre los países hispano-hablantes, (inclusive sobre los del continente) el diálogo no parece hallar interlocutor atento tampoco; sin embargo los cubanos son los que más éxito han tenido en este pretendido diálogo. Aunque como afirmaría Eulalia Bernard, en Costa Rica el negro mostrado por la literatura carece de toda semejanza con el negro real; es un negro caricaturesco que en poco difiere del que aparece en las tiras cómicas, radio, telenovelas y canciones; en mi particular forma de ver las cosas y, más cuando observo toda la euforia, especialmente en la farándula y el exilio cubano, por la partida de Celia Cruz y las múltiples muestras de cariño para Pedro Knight, abrigo esperanzas de que todo aquello pudiera traducirse en una mejor suerte para los millones de afro-latinoamericanos que habitan nuestros países y diariamente escarban en el fondo de los barriles en busca de una subsistencia digna; entonces protesto y digo:
¡Que no se siga idolatrando a Lola Flores ni a Joaquín Cortés y su memoria, mientras se siga discriminando a los gitanos!
¡Que no se siga galardonando a Rigoberta Menchú, mientras que millones de indígenas sufren menoscabo, día tras día en nuestro continente!
¡Que no se siga idolatrando a Bob Marley y al Reggae, mientras que las grandes masas afro, sigan en desventaja intolerable!
¡Que Rubén Darío no siga siendo uno de los astros más fulgurantes en nuestro firmamento literario, mientras que la xenofobia cubre a nuestros hermanos nicaragüenses!
¡Que Celia Cruz y su música sirvan para abrir ese diálogo que el negro ha buscado desde siempre!
Otro acontecer público que me dejó atónito, fue la reacción de cada uno de los miembros de un grupo de intelectuales costarricenses en torno al asunto Cocori : todo el mundo tenía una opinión y lejos de abrir el dialogo que pretendimos los negros, destapó una verdadera caja de Pandora: ...me descubrí un iluso, por pensar que los asuntos raciales estaban en la vía de la extinción en mi tierra.Todo lo contrario, estaban muy vivos, y es que en cuanto al asunto Cocori, siempre me he preguntado, ¿Por qué Joaquín Gutiérrez no le puso John, Charlie, Roy o, Michael a su personaje? Qué yo sepa, a ningún padre de familia limonense (ni blanco ni negro) se le ocurriría ponerle el nombre de Cocori o, Congori a un hijo... esta interpretación del mundo afro me parece típicamente “negrista”, en el tanto y sentido de lo que se ve desde afuera; y tal vez la respuesta correcta sería que el negro termina por hablar consigo mismo, pero el que tiene oídos para oír que oiga...
Todo lo anterior me lleva a pensar que en realidad desconozco a quien le hablan los escritores negros del Caribe, o los que escriben en holandés o, francés, pero los que escriben en inglés, además de mantener una voz muy combativa, le hablan a su ex -metrópoli, a Occidente, le hablan a sus gobiernos, a sus compatriotas y muchas veces a sí mismos; puesto que han creado un canon estético, además de miles de formas nuevas de utilizar la lengua de Chauser.
Luise Bennette, por ejemplo, procura dialogar con el mundo, a través del criollo anglo-caribeño, insistiendo por supuesto en que el criollo, desde su punto de vista, es una lengua tan respetable como el inglés mismo. Prueba de ello, el poema “OBEAH WIN THE WAR” (1996, p.82), escrito durante la época en que Adolf Hitler se enseñoreaba con Europa, habla a los aliados, pero en particular a la Gran Bretaña y de forma jocosa les aconseja que utilicen los servicios del OBEATH (Magia Africana), infalible remedio utilizado por los esclavos negros para librarse de tiranos. Fiel al estilo de la mayoría de la literatura afro, en dónde, como toda literatura negra comprometida consigo misma, está llena de símbolos privados y códigos secretos, que además de criticar todo el sistema imperante europeo, arremete contra la tiranía, como parte del mal del que Hitler es solo un eslabón. De paso, sin perder la calma ataca los conceptos monolíticos de la estética occidental, como sería el culto a la iglesia, a los seres humanos y sus costumbres de barbarie y de negación a realidades sociales oculta dentro de cada uno nosotros, donde lo que no es caucásico es feo y el negro desde luego el rey de los feos.
Siguiendo esta línea asertiva a los problemas de imagen y disgregación social, en el texto “COLONIZATION IN REVERSE” (Bennette, 1996, 9.179), establece sin cortes ni paredes, que hubo un tiempo en el que una gran cantidad de jamaicanos se trasladaron de la tierra de sus orígenes a Inglaterra, estableciéndose en Londres, causando los típicos problemas de los desplazados, logrando con ello la reconstrucción del nerviosismo del gobierno inglés que ha enfrentado fuera de su tierra natal, miseria, pobreza, altos índices de violencia civil y social, robo y violaciones, en fin, un sinnúmero de vicisitudes pero que no sabe cómo ni por qué actuar ante la masiva colonización inversa que se desarrolla sobre su propia tierra, insinuando de paso que mientras los africanos han sido capaces de manejar el colonialismo y sobrevivir porque tienen raíces que los sostiene, Inglaterra, tal como señalan Achebe y Rodney, no es lo suficientemente fuerte como para soportar ese imprevisto. Aquí la retórica va obviamente dirigida a una Inglaterra cuya respuesta fue el silencio en un principio, pese a los disturbios de los barrios afros de los años siguientes y ¿cómo reaccionó, (por segunda vez) Inglaterra ante esto? ¿Con diálogo, intercambio de opiniones o de miradas? No, con gases lacrimógenos y represión policíaca.
En Centroamérica existen una serie de escritores negros que de alguna forma, han sido influidos por los movimientos caribeños y sus voces fluyen en diferentes vertientes. Me concentraré en lo que sucede en nuestro país, Costa Rica.

Si auscultamos el trasfondo histórico costarricense en relación con la presencia del negro en las inmigración del Siglo XIX, descubriremos varias fuerzas en pugna; por un lado la compañía frutera, el gobierno y los inmigrantes negros, (junto a los chinos, árabes, italianos, etc.) por el otro, quienes forman un eje de poder con el consulado británico de la zona (Harpelle, 1992, p. 64-119). En los albores del Siglo XX, los negros se dividían en dos grupos; una elite intelectual, con cierta solvencia económica, y las masas populares, cuyo estatus no requiere descripción. Sin embargo, medidos primordialmente por su capacidad de búsqueda y diálogo, en algún momento los dos grupos, unieron sus fuerzas para lograr beneficios mutuos pero, por su superioridad intelectual el grupo de élite, procuró dialogar“en beneficio propio”, tanto con el gobierno como con la empresa privada (La Compañía Bananera), haciendo caer los esfuerzos de la masa popular en la vanidad de lo inútil. Los periódicos de la época, tanto locales como nacionales, en inglés como español, dejan translucir estos conflictos de cuyas desavenencias surgieron voces literarias, que como de costumbre jamás alcanzaron los objetivos esperados puesto que tanto la Cordillera Volcánica Central, como el sistema de Apartheid establecidos, por las compañías bananeras limonenses, resultaron ser obstáculos tan infranqueables como los de los estadounidenses ya mencionados, para iniciar diálogos.
Con el devenir de los años, en el gobierno de Figueres Ferrer, cuya gran guerra civil y una constitución consecuente, conceden un nuevo estatus al afro-caribeño de la nueva generación, que habla y escribe perfectamente castellano. De este grupo nace una nueva generación de escritores que poseen varias influencias culturales y no temen ponerlas sobre papel, esto los hace más versátiles, más bien cosmopolitas, pues el diálogo ahora puede ser perfectamente de tú a tú y no obstante... a veces hay un cierre en el canal de comunicación...
Tomemos el poema, “BLANCO TE DICES TU” (Bernard, 1996, p. 10) como ejemplo. Con solo el título ya se trasluce la intención del poema,
Yo no soy quien te “blanco”
tu te lo dices y en este mundo de dicotomías
si existe el blanco automáticamente existirá el negro/
Los dos primeros versos, con encabalgamiento, recuerdan la interdependencia de los dos:
Blanco te dices tú Manuel
negro eres como yo...
Después se refiere a las enfermedades que corroen nuestra sociedad:
Monilia tiene tu cacao,

monilia somos tu y yo...
Y es que casi simultáneamente llegaron a Limón dos enfermedades: una que acabó totalmente con las plantaciones de cacao, llamada Monilia la cual en contacto con la fruta, la tornaba de color negruzco. Paralela a ella, la Conjuntivitis, que atacaba a los pobladores, y dejaba negro todo lo que se veía. Aferrado al ingenio, el pueblo bautizó la conjuntivitis con el nombre de la Monilia, que es realidad el nombre de la enfermedad del cacao. Eulalia cierra con una advertencia el juego de la confusión del poema con la realidad;
... si te hundes tú
también me hundo yo...

En el segundo caso curiosamente, entre tantos nombres a disposición de la escritora, escoge Manuel, diminutivo de Emmanuel, Dios con nosotros, Jesucristo. Es la clásica idea mesiánica del tico, que todo lo sabe y a todos quiere redimir, ¿Será que el Mesías blanco va a redimir al negro pecador? Claramente se ve que los destinos del salvador y los salvados están íntimamente ligados, de tal manera que sin los unos no pueden existir los otros, y ahí va de nuevo el intento de dialogo, ¿Habrá oídos que deseen escuchar¡? En otro poema escrito en Kingston, para ser elido en español en Costa Rica, titulado “Y EL NEGRO TAMBIÉN REZÓ” (Bernard, RITMOHÉROE1996.p75) establece que el negro religiosos consetudinariamente, reza y reza pero ¿Quién escucha? Ni Dios, ni Cristo, ni la Virgen, ni el Gobierno, ni la clase dominante.
Él insiste, le habla pero no contestan, es un relieve claro de la típica democracia tica en dónde el derecho al berreo es el de todos, siempre y cuando no se le unan otros, de nuevo se intenta dialogar con los dueños del en Costa Rica, pero...
Más adelante en DIRECTORIO TELEFONICO (RITMOHÉROE,1996, p.79) habla sobre su nacionalidad y adueñándose de su condición de tiquicia reclama al hispano descendiente que el negro no es único otro con un apellido diferente, ni el nuevo llegado otro conviviendo en Costa Rica, y que para convencerse de eso basta con consultar el directorio telefónico nacional. Finalmente, alude a la múltiple condición de la cultura costarricense que integra su OK, Chiao, Si Seño..., todas formas de terminación de conversaciones de las inmigraciones patrias, haciendo de la cacofonía de este texto un arte poemístico.
En otro tanto, Quince Duncan, otra leyenda de la literatura afro-costarricense, nos has sorprendido recientemente con una serie de narraciones, más bien de corte autobiográfico, convergentes en un libro titulado “UN SEÑOR DE CHOCOLATE”, (Quince Duncan, 2004). “Raro en Quine ese título, pensé...” no obstante, inicié la lectura en la que encontré —pese a que no la considero la obra cimera dentro de la estética literaria negra costarricense— agradables sorpresas. Es la narración de acontecimientos que nos ocurrieron a varios negros en oportunidades aisladas en una ciudad contemporánea llamada San José, de los años de 1960 y 1970: pobres ilusos que éramos, creyendo tener derechos cuando nos trasladamos al Valle Central. Evocando temas y pasajes de Dikens, Henry James, V.S. Naipol y Twain, el protagonista de UN SEÑOR DE CHOCOLATE, narra una serie de esfuerzos por establecer contacto y diálogo con su familia inmediata, con su familia extendida, con el Valle Central pero sobre todo con su patria, Costa Rica; muy a su pesar, aprenderá que siempre será el otro en ese mundo tan homogéneo y que además será dulce, que siempre será dulce para la policía... Esfuerzo que se complementa con el descubrimiento de que su nombre tendrá mucha importancia para el tico del Valle Central, un ser humano a quien le cuesta demasiado permanecer indiferente ante el negro y, consecuentemente una de sus inquietudes es siempre, ¿Y cómo le decimos? Según he observado, aún entre los mismos negros uno de los primeros pasos para el dialogo es precisamente la cuestión del nombre. Entre las opciones que he escuchado son frecuentes:
My Fren, Mi Fresco, Macho, Paisano, Tizón, René, Moré, Trompudo, Negrito, Cocori, Prieto, Black, Mi Negro, Blakie, Bembóm, Clorito, Congo, Congori...

¿Cómo iniciar el dialogo sin una invocación y, especialmente, con un negro con un nombre tan peregrino como “Quince”, que en tico, en español, suena a legión y por ende remite a la historia bíblica del Endemoniado Gadareno, con todo un ejercito demoníaco interior adentro, revitalizando un nombre multi-paradójico, sobre todo cuando muchas veces lo que deseamos es chinearlo, establecer un vinculo de comunicación y diálogo.
Hablando de literatura escrita por afro descendientes, Shirley Campbell y Dlia Mc Donald; merecen por si solas un capítulo aparte, porque independientemente del afecto que les profeso, coincido con Dorothy Mosby en que son JÓVENES, NEGRAS Y TALENTOSAS. Dlia por ejemplo, es sumamente inquieta, sabe que algo anda mal en el mundo que conoce y para ella “lo que es, es” y, al igual que para Eulalia y Shirley, para ella, Dios es la suma de muchas cosas de importancia y a veces, no es muy claro si quiere un diálogo con el Todopoderoso o simplemente habla en voz alta. Lo que sí está claro son sus reclamos, o¿ Serán exigencias?, en las que dice por ejemplo,... si es que tanto me amas, aparta este cáliz de mí... (Sangre de Madera, p. 4. 1997) Sin vehemencia, pero con claridad, Dlia habla también con los hombres de su familia, sus compatriotas y a sí misma. Quizás uno de sus intentos mejor logrados en cuando, con perspectiva novedosa por la forma de planteamiento, se dirige a los habitantes y seres mitológicos de la Antigua Grecia, —y por ende a todo el Mundo Occidental—entre los que incluye a Laquesis, Cloto, Ulises, Penélope, Menéalo, Calipso y Átropos, pero ese es un análisis para quien tenga oídos y escuche.
Shirley Campbell, por su lado, se pelea literalmente con una vieja dama llamada Historia, luchando descomunalmente por un dialogo que degenera en pelito. En fin, el que tenga oídos para oír que oiga y el que tenga lengua para hablar que no calle para siempre.
BIBLIOGRAFÍA
1. Ashcrof, Griffith, G. y Tiffin, H. (1989) The Empire Writes Back: The Theory and Practice in Post – Colonial, Literature. New York. Routledge
2. Barry, P. (1995) Beginning Theory: An Introduction to Literary and Cultural Theory. New York: Manchester U. Press
3. Chinea, Achebe. Things Fall Apart. Ballantine Books, 1959, New York
4. Bernard, E. (1996) RITMOHÉROE, Editorial Costa Rica, 2da edición
5. Bennett, L. (1996) Jamaica Labrish. Sanger’s Back Store. Kingston
6. Campbell, (1994) Rotundamente Negra. Editorial Arado. San José
7. Cudjoe, S. (1989) Resistance and Caribbean Literature. Athens: Ohio University Press
8. Harpelle, R. West Indians in Costa Rica: Racism, Class and Ethnicity in Transformation of a Community. Tesis Doctoral, Universidad de Toronto, 1992
9. Langston, Hughes. Mother to Son. From Collect Poems (New York; Alfred A. Knopy, (1994)
10. Mc Donald, Dlia (1997) Sangre de Madera, Ediciones del Café Cultural
11. Walter, Rodney. How Europe underdeveloped Africa.Dar-Es-Salaam Bogle L’Ouverture Publications, London and Tanzaran Publishing, (1973)

Para La Coleccionista de Espejos
Master FRanklyn Perry P

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