A todos esos les gustaría mostrarles mi lado más oscuro. Y mandarlos a la mierda. Decirles 4 cosas bien dichas y no sentirme mal. Ni culpable. Ni preocuparme por si se ofenden. O por si les duele.
Quiero que mi zorra mala le pare los pies a esas personas que están totalmente pendientes de lo que hago o dejo de hacer, para saltarme a la yugular cuando me caigo.
Quiero que mi zorra mala le explique a los que se alegran cuando pierdo la sonrisa, que solo la pierdo a ratos. Que mi sonrisa es siempre sincera porque sé que estoy haciéndolo bien. O mal. Pero lo estoy haciendo como quiero. Como puedo.
Quiero que mi zorra mala deje llorando a los que no paran de decir que tengo un problema con la comida. No os equivoquéis. El problema, lo tenéis vosotros. Yo como lo que el cuerpo me pide. Lo que os jode, no es que coma poco. Lo que os jode es que yo como de todo y me calzo una 34 tan ricamente.
Quiero que la zorra mala que llevo dentro tome las riendas y se encargue de dar exactamente aquello que recibimos. Ni más, ni menos.
Quiero que la zorra mala que llevo dentro se enfunde en látex y se dedique a dar latigazos a esas personas que hacen porras con mi vida.
Quiero que la zorra mala, muy mala, que llevo dentro se coma a la buena persona que se apoderó de mi vida. Porque a las buenas personas, nos toman por taradas. De las buenas personas se aprovecha la gente. Porque pueden. Porque nos dejamos. Porque no queremos ver la maldad. Porque no creemos que la gente pueda disfrutar aprovechándose de los demás. Porque es algo que nosotros no hacemos. Porque vamos de buena fe. Porque somos tan infinitamente pelotudas que hacemos las cosas con el corazón. Todo. Y claro. Se ve que el corazón, en los tiempos que corren, por donde la cerveza sin alcohol y el café sin cafeína.