Revista Diario
Quiltras, de Arelis Uribe
Publicado el 26 septiembre 2024 por Jimmy FdzBibliometro S06E02. No era esta la edición que esperaba, me gusta más la primera que salió, un librito amarillo con dos colegialas tiernamente dibujadas en el centro, muy lindo libro; el minimalismo del que tenemos ahora más parece falta de imaginación, ejemplo de desidia. Como sea, nunca está demás seguir en las lecturas constantes de lo que se escribe en territorio nacional. Quiltras, primer libro publicado por Arelis Uribe, publicado por allá por el 2016, ya lo había leído en su momento, gracias al Préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional, ahora quería refrescar la memoria, luego de haber leído Reinos.
Un volumen de ocho cuentos. Vayamos por parte.
-Ciudad desconocida. La historia de dos primas inseparables en su infancia que, por disputas familiares, deben separarse en la adolescencia y que luego se reencuentran nuevamente en la universidad, ya más dispuestas a defender su lazo. Es una historia que más o menos adelanta lo que veremos en cuentos venideros: historias familiares, familias imperfectas, traumas escondidos, el tedio de la clase media, las desigualdades sociales, sueños y frustraciones personales, luchar por la identidad y la individualidad en un medio poco clemente con las personas "excéntricas". Con precisión y concisión, con una prosa bien dinámica y bastante agudeza, este primer cuento es un grato inicio.
-Bestias. La anécdota nocturna de una universitaria que de madrugada vuelve a su casa y, ya en el tramo final, entrando a su población, se encuentra con una perra callejera, una quiltra, animosa y confianzuda, con las tetas sueltas de recién parida. La noche no terminará ahí y no será muy agradable. El cuento podría leerse como una especie de alegoría sobre la violencia de género, o la violencia a secas, el componente "animal" o salvaje de las agresiones, también como una semblanza de los perros callejeros y la precariedad en la que viven, también una historia que todos podríamos compartir porque los quiltros son casi consustanciales a cierto sector y cierto estrato social y en toda memoria corretean estos infatigables amigos y se escuchan sus pasos y quedan marcadas sus polvorientas huellas.
-Italia. Acá tenemos una historia de enamoramiento, o encaprichamiento. La protagonista es una estudiante universitaria (o puede que ya se haya graduado, el cuento no quiere especificar su edad) que cae rendida por una adolescente de 16 años. La protagonista es una tipa de clase media que siempre ha tenido lo justo, y que con lo justo se las va arreglando; la adolescente es una muchacha de clase alta y privilegiada, que no sólo ha recibido todo sino que más, la clase de estímulos y apoyos que a todos nos hubiera gustado tener, una consumada artista de promisorio futuro. Acá se nos habla, primordialmente, de las diferencias de clase y cómo dichas diferencias pueden afectar, por ejemplo, una relación, por más informal que esta sea. Dos mundos irreconciliables incluso muy a pesar de las personas. Otro que se puede traer a colación es que no toda persona privilegiada de clase alta es conservadora, de derecha ni esas cosas, en este caso la adolescente no deja de ser una hippie que puede serlo porque su clase se lo permite, es bastante común el izquierdismo cuico, lo de apoyar luchas sociales y luego trabajar en la empresa familiar o irse de viaje por el mundo gracias a los intereses del patrimonio familiar. Élite, se llama, y no distingue mucho colores políticos.
[email protected]. Crónica de una relación a distancia a través de internet. Un cuento sumamente entretenido, la remembranza de una época muy distinta, el internet de los dos mil, de sus inicios. La protagonista conoce sujetos en el chat de un programa para bajar música, con uno inicia una "relación" que, ciertamente, tendrá altos y bajos y traerá una que otra sorpresa. Si bien tenemos el retrato de la clase media y la vida de una muchacha en colegios públicos y en esos barrios de toda la vida, acá el foco, pienso, es el relato sentimental y el proceso de maduración de una adolescente que va llegando a la mayoría de edad (no diría que eso es adultez, ¿o sí?), con las expectativas y las decepciones que dicho proceso inevitablemente te escupe en la cara. Muy divertido y con un final de antología.
-Bienvenida a San Bernardo. Consideremos este cuento como una secuela del anterior, o un spin-off. La misma protagonista, ya universitaria, y otra anécdota nocturna: una fiesta que sale mal y se va a la mierda. ¿Por qué? En ello tiene que ver un sujeto que conoció en esos chats del internet de antaño, sí, antes del rockerito del cuento anterior, sujeto de San Bernardo al que le cortó la mano por intenso y que ahora, como digo, desgraciadamente reaparece, pero en persona. Tanto en este cuento como en el anterior queda patente la inmadurez sentimental, emocional y afectiva de los hombres, al menos por la experiencia de la protagonista, sin duda alguna unos cerdos que no saben como comportarse ni hablar y que sólo tienen una cosa en sus cabezas.
-El kiosko. Una recién titulada de Trabajo Social es enviada a un modesto colegio de un modesto pueblito cercano a una ciudad del sur. Tiene que revisar cosas. En corto: es un colegio que refleja la precariedad del sistema público, la pobreza de herramientas de estos establecimientos para preparar a sus estudiantes (sobre todo si hablamos de instituciones lejos de la capital o de grandes ciudades, en sectores rurales), que a su vez son un reflejo de un sector de la sociedad que apenas tiene acceso a la educación (y otros servicios) si no es a través de lo público, estableciendo un círculo vicioso del que, en Chilito, es casi imposible salir. Tiene el tono más duro del conjunto, más triste y despojado.
-29 de febrero. El relato de un lento y aburrido y tórrido verano en una familia de clase media que no sale de vacaciones por problemas económicos. Para no revelar todo: la protagonista es una pre-adolescente que ve lo duro que puede ser dejar de ser una niña. Todo a su alrededor ese verano parece querer darle bofetadas, intentar empujarla hostilmente a una pretenciosa adolescencia. Amores imposibles, fiestas, amistades rotas, problemas familiares, niñas malas que se creen adultas, el cotilleo propio de los barrios... Y sí, el retrato de un sector y de un momento de la vida, el típico y monótono modus vivendi chilensis. Muy entretenido eso sí, muy bien descrito y con una protagonista memorable.
-Quiltras. Más o menos a modo de carta, en segunda persona, una mujer le habla a otra mujer que fue su amiga en el colegio: rememora cómo fue, desde que la destinataria llegó al precario colegio, pasando por los novios y los estudios y las pruebas universitarias y las carreras y en fin, la distancia, el alejamiento, el olvido... y el recuerdo. Con buenas anécdotas entre medio y un tono entre jocoso y nostálgico, temáticamente Quiltras viene a cerrar los motivos centrales que sustentan el conjunto con un final abierto y potencialmente explosivo que te deja con deseos de más. Perfecto cierre para un muy buen conjunto de cuentos.
Entonces, en resumen:Los cuentos hablan de temas que no son mucha novedad la verdad, en mayor o en menor medida, de manera más o menos evidente, la narrativa corta chilena de reciente hornada se caracteriza por querer visibilizar estas problemáticas sociales, esa es su misión y parece ser inseparable del carácter literario. Independiente de su autor o autora, si leen cuentos recientes por lo general son sobre anécdotas alcohólicas, de calle, amorosos, sexuales, sobre ser pobre o de clase media en Santiago (o, para "variar" un poco, en alguna otra ciudad), episodios ocultos de violencia intrafamiliar, el terrible silencio de los abusos, el machismo chilensis... todo lo cual sale inevitable y catárticamente a flote. En ese sentido Quiltras es otra muestra más que también cae en ese fastidioso y ya cansino y abusado modo pluscuamperfecto para contar las cosas que leerán en la mayoría de los cuentos sobre algún fulano que conocieron, sobre algo importante que ocurrió, sobre lo que en ese entonces había pasado y que nadie pudo imaginar. Un par de cuentos de Quiltras evitan ese recurso, que no por repetido afecta en su innegable calidad ni nada de eso, sólo me quejo de la repetición. Por lo demás, si bien Quiltras aporta al panorama tanto como cualquier otro volumen de cuentos recientes (qué diferencia hay con los cuentos de Andrea Maturana, por ejemplo, comentados acá en su recopilación El Querisqué, escritos en los noventa: un estilo realmente propio que al menos le da frescura y originalidad a sus temas tratados... y ya ni hablar de Lucía Berlín, el vigor de sus letras), es imposible negar la calidad de la escritura de Arelis Uribe, con su notable precisión y concisión para crear personajes, para relatar acontecimientos, para darles un aire tan casual como trabajado y profundo, para mantener su toque coloquial e informal a la par de cierto lirismo, de una sensibilidad literaria notoria, presente, muy bien lograda, para inventar pequeñas vueltas de tuerca que le dan otra perspectiva a las manidas temáticas que mencionábamos, lo que en realidad eleva un poco la vara en este caso.Con todo, si pueden, leer Quiltras vale totalmente la pena. Son cuentos sumamente buenos que, claramente, te dejan algo luego de la lectura. Y eso es lo importante, a fin de cuentas.
Nueve préstamos en año y medio, más o menos, no está mal, para nada mal, y tampoco es de extrañar, aunque no es precisamente la escritora más conocida del panorama chilensis sí tiene su nutrido grupo de admiradores y seguidores que pregonan la palabra. Aparte de este ejemplar que tengo en mano, hay otros trece circulando en Bibliometro, así que tan sólo imaginen cuántos préstamos en total puede tener Quiltras a su haber. De la presentación de la ficha para qué hablar: es casi perfecta, pero de qué nos sirve el casi. En este país, es todo a lo que se puede aspirar... o casi todo.