De los indolentes aprendí que no hay dos seres iguales. Tan solo se asemejan de manera idéntica aquellos que conforman el confuso laberinto, pero no abundan.
Ahora, mes de octubre de 1989, me enseñan que los seres humanos pertenecen a 500 estirpes exclusivas. Y de ellas salen todos los hombres y mujeres de la tierra.
No existen más. El número quinientos corresponde a la misma cifra de indolentes.
Las semejanzas y similitudes son constatables y ciertas. Procedemos de una raíz que hay que definir y encontrar, en ella figura un desarrollo real y verdadero.
¡Quinientos!, repetía por la noche. Abro los ojos a las cinco de la mañana, justo a las cinco, desde hace muchos años. Después nunca duermo. Paseo, leo o fumo un cigarro a la luz de la luna respirando.
Las consecuencias de la igualdad se traducen en síntomas, y los síntomas en misterios, y los misterios en realidades. De una misma raíz, aparecen millones de seres. Y solo hay quinientas. Analiza los actos, los rostros y las imperfecciones. Cuenta las diferencias. Solo existen quinientos.
Sobre la mesa del salón, el indolente número 37, ha dejado el cuaderno y las flores. La lavanda se seca en la mediocridad.
Llueve, ha comenzado a llover intensamente. En este mes de octubre el agua es la pureza, y el fuego es el síntoma falso de los siniestros.