En un inicio, lo primero que me vino a la cabeza fue: ¡vaya, después de como se han comportado!. Pero al rato, me planteé que yo tampoco siento el odio visceral que sentía hace unos meses hacia mi familia.
¿El porque?
Pues sinceramente, no lo sé.
Quizá porque después de unos años de buscar ubicación y estabilidad geográfica, laboral, emocional, ahora empezamos a ver los frutos de todo este esfuerzo. Y sin ayuda de nadie. Mi marido y yo solos, con los niños, uniendo fuerzas para que la marea no nos arrastre y seguir en pie por mucho tiempo.
Quizá por que el hecho de escribir en el blog, me está sirviendo de terapia más de lo que podia imaginar.
O quizá porque me siento un poco más segura de mi misma, después de este tiempo que llevo sin su cercanía y su influencia, ni buena, ni mala.
Esto no modifica lo que pasó, no modifica el que yo sufriera abusos y nadie se percatara de ello, no modifica algunos de sus comportamientos conmigo y todo el dolor que me han hecho sentir. Todo eso no lo olvidaré nunca, es obvio, porque mi vida se moldeó al antojo de esos sucesos, de esas vivencias.
Pero mi vida me empieza a gustar.
Empiezo a aceptarla, empiezo a aceptarme a mi misma, a disfrutar de lo que tengo y voy consiguiendo poco a poco y con tanto esfuerzo.
Me gusta saber que puedo enfrentarme a mis abusos, plantarles cara y a través de ellos ayudar a otras personas de diversas maneras.
Sacarle un provecho tan grande a tanto dolor, ¡es casi un milagro y una bendición para mi!.
Mañana vienen mis tíos a vernos, después de casi un año y medio.
Y no, no siento odio, y si, me hace ilusión.
No se si soy hipócrita, tal vez si, o soy sincera e idiota, por no seguir resentida con ellos. Pero son el único anclaje que tengo más cerca de lo que fue mi vida, de mis orígenes, de mi pasado, que aunque con más episodios malos que buenos, no dejan de ser parte de mi esencia, de la persona que soy ahora.
Lenore me hizo ver que ahora ella, también soy yo.