Rafael Reig regresaba con esta novela al panorama literario para demostrar su dominio de la prosa y, especialmente, cómo tiene una innata capacidad para el retrato social con interesantes dosis de ironía y sarcasmo.
El narrador es un hombre mayor que sufre un ictus y entra en una residencia de ancianos. Mientras tanto, estalla una pandemia que provoca la combustión espontánea mientras el presidente Madelman hace de las suyas. El marco de la acción es por todos conocido, pero lo importante es cómo el autor evita el mero boceto de los personajes de la residencia, para aportarles cierta profundidad.
Igualmente, es siempre reconfortante leer una novela en la que hay un fiel reflejo de la sociedad, pero como si se tratase de un enorme flashback. Y es que es al final de nuestras vidas cuando miramos atrás para meditar sobre qué ha sucedido y de cómo podemos aconsejar a otros para que vivan su vida evitando nuestros propios errores.
La prosa fácil de Reig se envuelve con melancolía y realiza guiños constantes a filósofos de diversa índole. El optimismo termina por imponerse cuando ya no nos queda nada que perder.