En un rincón del ring, pastaba Rubalcaba. Un jeta infinito y maestro de la hipocresía. Intervino como actor principal tanto en los "choriceos" corruptos del gobierno de Felipe González, como en la gran hecatombe liderada por su ex amigo "el cejas". Las ratas son las primeras que abandonan el barco y él, sin el menor atisbo de sonrojo, fue el primer judas que renegó de ZP. Y se quedó tan ancho. Un sujeto capaz de traicionar a los que le han mantenido en la poltrona a pesar de su ineptitud, no se merece ni siquiera el insulto. Votar su alternativa representaba prolongar la agonía de un proyecto dantesco que nos hundió en la miseria.
En el otro, Rajoy. Un ser vidrioso, banal y hosco. Un bulto sospechoso. Su pasado político no hacía albergar grandes esperanzas pero, visto lo visto y teniendo la certeza de que por donde pasan los socialistas no vuelve a crecer la hierba, la decisión estaba clara. Esta vez (y espero que sirva de precedente) las absurdas disquisiciones entre "la izquierda" y "la derecha", entre "rojos" y "fachas"; esos temas que ya no interesan a nadie más que a políticos caraduras de estómagos agradecidos que alientan y se alimentan de esta estúpida discusión, no surtieron efecto.
El debate televisado entre ambos candidatos fue patético. Se intercambiaron los papeles. Rubalcaba parecía estar ya en la oposición, acusando a su oponente de los desmanes que él mismo y su gobierno habían perpetrado. Mentía con el desparpajo propio de quien está acostumbrado a ello, soltando ponzoña en cada palabra que excretaba por su boca. Rajoy, como siempre, ejerciendo de gallego. Hierático. No se salió ni un ápice de su guión. Sabía que, sin decir nada, tenía ganada la partida. Por la boca muere el pez, debió pensar. Sólo se le escapó una pequeña "perla": Prometió no subir los impuestos. Craso error.
Y la primera en la frente. Mal empezamos, señor Rajoy. Donde dije "digo", digo Diego. Ya se puede afirmar con conocimiento de causa: ¡Rajoy mentiroso! Nos ha mentido al menos en dos cosas. La primera, obviamente, al elevar la carga fiscal en forma de aumento en las retenciones del I.R.P.F. La segunda, en el subterfugio empleado para la explicación de tal decisión. Se escudó en el hecho de que el anterior gobierno ocultó o, mejor dicho, "maquilló" los datos reales de déficit público. Eso es cierto. Lo que no es cierto es que él no lo supiera. Conocía la dimensión real del problema, generado en gran medida por la ruina económica de las comunidades autónomas, muchas de ellas gobernadas por miembros de su propio partido.
En este país, donde decir "políticos corruptos" es una redundancia, "políticos jetas" una reiteración y "políticos vividores" una evidencia, nunca han faltado tampoco los políticos mentirosos y frikis varios. Si algún día llegaran a existir políticos honrados, cosa que dudo, nunca alcanzarían el poder. Serían fagocitados por los infectos caraduras de siempre. Cada día estoy más convencido de que si Pinocho viviera en España, sería nombrado primer ministro con carácter vitalicio.
Las absurdas medidas adoptadas por don Mariano para atajar la crisis son las de siempre. ¿Qué vamos a esperar de nuestros "sesudos" dirigentes? Se resumen en acogotar más, si es posible, a las clases trabajadoras; abaratar las indemnizaciones por despido improcedente y, cómo no, rebajar las exigencias a los empresarios para que dichos despidos improcedentes se conviertan en despidos "procedentes". Tras casi ocho años holgando en la oposición es todo lo que se les ha ocurrido. Seguro que han mantenido intensas reuniones "de trabajo" en los restaurantes más lujosos de Madrid para llegar a tales conclusiones. Pobrecitos. ¡Cómo se sacrifican por nosotros! Para esto no hacía falta cambiar de presidente. El anterior hubiera hecho lo mismo y con la misma o similar ineficacia. La única diferencia entre Zapatero y Rajoy es que el anterior era tonto y, además, lo parecía; y éste, aun no aparentándolo, no sabemos todavía si lo es o no. Yo no pondría la mano en el fuego por su nivel de inteligencia.
Desconozco qué pretenden conseguir aplicando estos recortes, pero todos sabemos lo que van a obtener: dinero a corto plazo. Un menor poder adquisitivo se traducirá en un descenso del consumo y un aumento de la desconfianza inversora. La menor demanda de productos y servicios provocará el debilitamiento de la producción en las empresas, lo que desencadenará un recorte en los salarios o, directamente, la quiebra de muchas sociedades. Todo esto supondrá un incremento de la cifra de parados que es, precisamente, lo que se quiere evitar. Y todo ello para que toda esta turba de auténticos chorizos siga cobrando sus estratosféricos sueldos y sus ignominiosas pensiones.
Jugando a ser adivino, entre las nuevas medidas que van a adoptar, apostaría por las siguientes: una nueva subida del I.V.A.; aumento de los impuestos sobre el alcohol, tabaco y combustibles; instalación de más radares; implantación del jodido copago sanitario, del jodido copago de la educación y, ya puestos, del jodido copago por el mero hecho de existir. Creo que acertaré más que Rappel, aunque eso tampoco es demasiado difícil.
San Cucufato, San Cucufato, ¡los cojones te ato! Hasta que algún día de estos, de tanto apretarlos, se le hinchen en exceso y les exploten en la cara a estos sinvergüenzas de tres al cuarto. Como debe ser.