Revista Diario
Rápido que el tiempo nos pilla
Publicado el 11 agosto 2015 por LicomanuelRápido que el tiempo nos pilla
Las puertas de un café, como giratorias que pueden ser, ven pasar a multitud de personas. Unos se quedan, otros pasan y viceversa. Unos degustan un poco más profundamente la estancia, otros ven el aposento como el eslabón que precede al siguiente movimiento. En el caso en el que ambos tipos de personas coincidan en el mismo lugar, ¿es este lugar de tránsito o de quedada?. Yo creo que esto mismo nos planteamos muchos al levantarnos por la mañana. Al fin y al cabo, todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar.
Luego, al tratar de dilucidar, de desvelar el halo que nos impide reconocer nuestra vida, vemos la tenue masa que conforma la escasa guía que nos debe Dios. Una vez escuché de uno de los mejores profesores que nunca he tenido que en palabras de otros pensadores anteriores, unos más reconocidos que los que transitan las calles, el hombre se mueve eróticamente hacia él quien, con su sentido del humor habitual, convirtió a la palabra "erótica" en esdrújula. La cuestión de la atracción tampoco es algo ajeno a los cafés, a los bares o a los pubs donde más de uno y de una dio su primer beso o incluso su primer achuchón o algo parecido. La cuestión más curiosa es que al recordar estos sitios, nos acordamos de todas las personas que han llenado los asientos y bebido de las copas que nos rodeaban y la simple imaginación, simplemente mentar estos lugares comunes en forma y número singular, nos parece ridículo de la forma en que podría definirse en el diccionario. En resumen, estamos condenados, como en otros países llevan a gala, a estar acompañados confiando en que las colisiones que tengamos en esta vida sean del tipo en el que se forma una nueva molécula. Al fin y al cabo, el amor es una barca con dos remos en el mar, un remo aprietan mis manos, el otro lo mueve el azar.
La cuestión principal que estoy intentando evitar, a base de recordar a Machado o a Mari Trini, es la del paso del tiempo y la capacidad de nuestro ánimo para dimensionar los recuerdos de forma desorbitada (de forma justa) al recordar episodios transcurridos en bares, en interminables cafés donde se arreglaba y deshacía el mundo, donde mi corazón en forma de pulmón encogido se iba tras de un cigarro y luego tras otro, de mis añorados humos que daban el aspecto irreal y épico a las tardes de Sábado y Domingo, en las que descubríamos el mundo a través de las preguntas. Uno de estos lugares, de este tipo de lugares que en realidad conforman más la historia la historia común de lo que lo hace la enciclopedia, la fría enciclopedia, ha cerrado de forma súbita en Madrid. El Café Comercial de la Glorieta de Bilbao de mi eterno Madrid ya no dará más de comer ni de beber ni de soñar. Hoy una parte de los artistas de este país se han quedado sin sus baldosas de la suerte o sin su café con el que perderse dentro de si mismos o sus asientos reclinados donde en su mundo diagonal, el aire y el espacio eran sorprendidos en el acto.
A mí me siguen quedando bares y amigos que me acompañen. Las historias me las sirven a diario en bandeja que, como las personas de arriba, pasan por delante de mí, pasan pero por primera vez la idea de residir ha conseguido inundar tres de mis cuatro compartimentos estanco.
La noticia del cierre del Café Comercial me pilló por sorpresa:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/07/27/madrid/1437997550_274802.html