Cuando llegas a la estación puedes alquilarte unas raquetitas y unos bastones por unos 10 euros, la calidad es decente y con que vayas abrigadito y con ropa de cambio por eso de la mojadura, es más que suficiente. ¡No tengo coche! Ni yo, no pasa nada, el cercanías llega hasta allí mismito y algunos días de sol, es la mejor solución, eso si, literalmente, ¡se peta! También hay autobuses que llegan hasta arriba, van con rutas y monitores que te guian durante ciertas horas para personas con nivel básico.
La ruta es a elección, pero si vas con alguien que se conozca el terreno casi mejor, por eso de que por la tarde sube la niebla y te puedes perder. Ubicarse en la niebla es complicado, sobre todo cuando todo lo que abarca tu vista es blanco: nieve y niebla. Lo practica gente de senderismo, montañismo, alpinismo, pero hay personas que lo prueban de forma puntual y están encantadas (¡como yo!).
La idea, además de la lógica del hundimiento en la nieve, viene inspirada por la liebre americana, ese "conejito" de grandes patas que cambia de marrón a blanco dependiendo de si es invierno o verano.
Las raquetas de nieve tradicionales tienen un marco de madera dura con cordones de piel. Las modernas, mayoritariamente, están hechas de metal ligero o son de una única pieza de plástico acoplada al pie para distribuir el peso. Además, suelen disponer de algunos elementos que mejoran el diseño original, como son:
- Unión del pie a la raqueta por la puntera mediante un eje pivotante. Lo que permite levantar el talon y flexionar la rodilla sin levantar la totalidad del peso de la raqueta.
- Pequeños crampones o cuchillas en la suela para poder caminar sobre nieve dura o hielo.
- Alza para el talón, que hace mas descansados los ascensos al modificar la inclinación del pie.
- Gancho delantero, que mejora el agarre en los descensos.
Subirte a la raqueta en si no tiene riesgo alguno. Lo más arriesgado es la personalidad de cada uno, lo amante del peligro que seas y el miedo que le tengas a romperte algo.