Esta es la segunda parte del cuento que inicié con Un nuevo despertar. Tanto la primera parte como esta segunda fueron escritas hace ya varios años. La historia, sin embargo, está inconclusa. Ésta parte fue la última que escribí y algún día espero terminar.
Winston caminaba por el pasillo unos pasos detrás de Nancy. La miraba y una leve sonrisa se dibujaba en su rostro, acompañada por una breve sensación de tranquilidad. Su dulce mirada era un momento de sosiego, un pequeño instante en el que olvidaba el vacío de su pasado.
Nancy voltea para avisarle que habían llegado. En ese momento cruzaron la mirada un eterno segundo. Nada se dicen, todo quedó claro. Al siguiente segundo Winston desvía la mirada y Nancy le avisa, por fin, que llegaron.
Esperaba encontrar un lugar extraño, lleno de artefactos, sumergido en tecnología. En vez de eso, entra a un lugar extrañamente cálido y acogedor. Muebles de madera, luces tenues, cortinas blancas. El living era tal cual creía recordarlos, sillones, mesita, lámpara. Winston se pierde en los detalles mientras avanza cruzando la habitación siguiendo a Nancy, que lo guía hacia su cuarto.
Lo dejo un momento para que se acomode, dice Nancy y cierra la puerta mientras Winston asiente con la cabeza.
Da un vistazo a la pieza y no descubre nada que para él fuese extraño. Una cama, una mesa de luz, un sillón, un armario. Discreto, sencillo, austero. Se sentía a gusto. Rápidamente se da cuenta que los cajones del armario de abren con un toque y acomoda la ropa que le habían proporcionado y unos papeles.
Una ducha, piensa… necesito una ducha y sale de la pieza para preguntarle a Nancy. Nanc… se quedó paralizado mientras contempla la escena. Le presento a mi novio, Martín, dice Nancy con un dejo de vergüenza.
Winston contiene la respiración, la mirada perdida, el pecho le aprieta, cierra los puños con fuerza y sólo alcanza a decir, sonriendo… Hola, mucho gusto… mientras mira a Martín que devuelve el saludo extendiendo la mano derecha. Mucho gusto, he escuchado mucho de vos, dice sonriendo y sin entender qué era lo que pasaba por la cabeza de Winston, que sólo se le ocurre volver a sonreír mientras estrecha con toda la fuerza que tiene la mano de Martín.
¿El baño? Pregunta, mirando a Nancy. Ella le responde con un ademán y él se retira sin decir más. Martín la mira sorprendido mientras ella lo justifica con un gesto y una explicación más o menos técnica sobre el estado de pos criogenización. Nancy sabe que no es eso, pero no se detiene a pensar demasiado en el asunto.
Winston no puede esconder la tristeza, la desilusión. Una sola brisa bastó para desmoronar el castillo de naipes que estaba construyendo. Nancy era su ancla, pensaba en ella como lo único familiar y cálido entre un mundo que no conoce y otro que no recuerda. Ahora está totalmente perdido. Está completamente solo. Una idea absurda cruza su cabeza, pero la descarta al instante. Se va a bañar…
De nuevo en el living pone sobre la mesa los papeles que le habían dado en la Crioclínica. Una carpeta llena de documentos. Ninguno parece decir nada específico de su pasado o al menos una pista, un nombre, una escuela, hospital... algo, una punta por la que pueda empezar a desenredar el misterio de su vida, de su pasado.
Con cada vuelta de página se sumerge aún más en la desesperación. Recordó un sueño en el que caía y caía sin que nada pudiese detenerlo. Es la misma sensación, pensó. Cada tanto Nancy regresaba a su memoria y junto con ella la desilusión. De nuevo aquella idea y de nuevo la descarta sin siquiera pensarlo.
Pasan las horas y no ha logrado avanzar nada. Recordó que Nancy volvería para cenar con él en unas horas. Suficiente por hoy, se dijo en voz baja y arrojó sobre la mesa los papeles que todavía tenía en la mano. Estaba realmente molesto.
Se recuesta en el sillón y se queda profundamente dormido…
Se despierta exaltado… el timbre suena. Se pone de pie torpemente y se acomoda sin éxito la ropa. El detalle de los almohadones grabado en su mejilla lo delata. Mientras camina hacia la puerta se echa el pelo hacia atrás y se presta a abrir la puerta.
No tiene perilla, piensa sorprendido mientras lo invade la desesperación. El timbre sigue sonando.
Sin más salida, pega el grito: ¡No se cómo se abre!
Sólo toque la puerta en la parte metálica y abre, dice Martín desde el otro lado. Winston al escuchar la voz aprieta los dientes… Martín, susurra molesto. Toca la puerta y ésta se abre suavemente.
Nancy viene en un segundo, dice Martín mientras pasa sin esperar ser invitado. Detrás viene Nancy con paquetes. Saluda y se dirige a la cocina. Al cabo de unos minutos los llama a cenar.
A Winston ya le cae muy mal Martín. Incluso cuando es amable no lo puede ni ver, ni escuchar. Cada comentario le parece fuera de lugar, cada acotación improcedente. No le cree sus anécdotas. Seguro exagera… piensa Winston mientras Martín cuenta su viaje a la India. La mirada de Nancy para con Martín es un puñalada para Winston.
Promediando la cena suena un timbre. El teléfono, dice Winston en voz alta. No, acota Nancy, que continúa… es telellamada, puede atender en el living, sólo presione el botón verde y para cortar el rojo. Winston asiente.
Al presionar ve una imagen un tanto rara. Pensaba ver a una persona, no la portada de un libro. Se acerca y logra ver el título: “Espejo y Reflejo, Del Caos al Orden”. Winston no entiende, pero atina a decir hola.
Sr. Smith, interrumpe una voz gruesa. Sr. Smith, repite. Winston contesta con la voz entrecortada… si, soy yo. La voz sigue… No tema al ruido de un trueno, no pregunte qué, sino por qué.
Winston, a estas alturas siente un miedo que lo paraliza. No puede decir nada. Cuando junta fuerza para preguntar mínimamente quién es el que llama, la comunicación se corta. En la pantalla titila en letras color ámbar… Número de origen no disponible.
Vuelve al comedor con la mirada perdida. Nancy apenas lo ve pregunta que pasa, a lo que Winston responde con un poco convincente… nada, no pasa nada.
Perdonen, me voy a dormir, dice y se va raudamente a la habitación. Martín y Nancy se miran sin entender...
Ya en su habitación, Winston se queda pensando un rato largo en lo que acaba de ver y escuchar… especialmente la referencia al sonido de un trueno, le parecía raramente familiar, como si lo hubiese escuchado antes.
Además un libro, piensa… y al rato se deja vencer lentamente por el sueño. Ha sido un día duro para él y no sabe qué es lo que le espera…
El despertador suena y Winston se despierta exaltado. Inmediatamente recuerda la llamada del día anterior y se dispone a buscar algunas respuestas. Piensa en alguna biblioteca.
Un rápido desayuno, una consulta y a la calle.
Caminando por la Ciudad le parece reconocer algunas calles, que le parecen familiares, aunque se da cuenta que él las ha conocido totalmente diferentes. Los altos edificios le siguen llamando la atención como desde el mismo día que salió de la Crioclínica. Tanta gente, piensa… sin poder comprender cómo rodeado de tanta gente puede sentirse tan solo, tan lejos de todos. Esa sensación es la que lo sume en el más oscuro abismo.
Casi de repente se topa con una librería.
Al entrar un educado empleado le pregunta qué necesita. Winston sin decir nada le entrega el papel con el nombre del libro… en un minuto se lo traigo, dice el muchacho a lo que Winston responde con un simple… gracias. Paga y se va rápidamente sin saber que la segunda pista la encontraría ahí mismo.
La primera parte del rompecabezas está en su poder. La curiosidad lo mata… de qué se trata el libro, qué tiene que ver conmigo, qué significa la llamada… y muchas más preguntas dan vuelta a su cabeza. Ya no hay lugar para la tristeza de hace unos minutos. Ahora tiene algo para hacer.
No se resiste y mientras camina lee la contratapa…
“En la infinita irregularidad que observamos en el movimiento del agua, de pronto, el lúdico baile del caos se coordina a sí mismo, sincronizando su desordenado vaivén y se convierte en una ola capaz de viajar miles de kilómetros, pasando por debajo de barcos, atravesando violentas tormentas, sin perder nada de su volumen. ¿Qué sucede? Se trata de una metamorfosis del caos al orden.”
Caos, piensa… Teoría del Caos. El concepto le es familiar e inmediatamente resuelve la segunda pista… ¡¡Efecto mariposa!! Grita, haciendo que todos a su alrededor lo miren extrañados.
Recuerda el famoso cuento de Ray Bradbury… “El ruido de un trueno” y del concepto de la alta dependencia de todo sistema caótico de las condiciones iniciales del mismo. La muerte de una mariposa hace millones de años, puede cambiar para siempre el presente, pero… se dice en voz baja… ¿Qué tiene que ver eso conmigo? Cada pequeña respuesta abre un mundo de nuevas preguntas, pero extrañamente esto no le molesta a Winston… al contrario, le resulta por demás fascinante. Atrás queda la sensación de vacío, al menos por un tiempo…
La pregunta retumba una y otra vez, incansablemente en su cabeza… ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
Será que… no, es imposible dice en voz alta moviendo la cabeza y sonriendo… es imposible que sea eso, se repite como tratando de convencerse a sí mismo y sin embargo la idea queda.
Se detiene un rato en una plaza… el agua de la fuente lo distrae y se queda por fin un rato largo sin pensar en nada relacionado con su pasado o con la llamada del día anterior. Unos minutos de paz y sigue viaje.
De nuevo en el departamento recuerda la tercera pista que de la llamada… “no pregunte qué, sino por qué”.
La repite una vez, y otra… y una duda lo embarga. Tanto necesitaba aferrarse a algo que dio por sentado que todo lo que escuchó y vio en esa llamada significaba realmente algo para él… ¿Y si era una broma o un engaño?
¿Quién sería capaz de hacer algo así? Ninguna respuesta para esa pregunta...
De nuevo el vacío y esa idea que empieza a ser recurrente y que por primera vez enfrenta… quitarte la vida no soluciona nada Winston, se dice en voz baja limpiándose las lágrimas… nada, repite y siente que no puede seguir. Todo lo que hasta hace un par de horas eran respuestas, ahora no son nada… simples ocurrencias de algún cruel bromista.
No se había percatado que ya era el mediodía hasta que suena el timbre… es Nancy con el almuerzo.
Comen en silencio hasta que Nancy le pregunta a Winston sobre la llamada. Él no dice demasiado, no quiere explicar… se siente contrariado, no le quiere ocultar nada, pero al mismo tiempo no quiere adelantar nada que pudiese ser una broma o una tontería. Sólo le dice que fue extraña… algo relacionado con la teoría del caos, agrega dándose cuenta al instante que ya dijo demasiado.
¿Cómo, cómo? Pregunta Nancy… ¿Teoría del caos? ¿Tiene alguna relación con tu pasado? Winston duda… no se Nancy… es todo muy extraño. Un libro y una referencia a un cuento de Bradbury, no mucho más que eso, dice ya contando todo.
Entre bocado y bocado, casi sin pensarlo, Nancy pregunta… ¿Has pensado en tu situación como un viaje en el tiempo? Es decir, para vos esos 100 años no han pasado…
Winston deja caer el cubierto mientras mira azorado a Nancy que sólo atina a sonreír mientras pregunta… ¿Qué? ¿Qué dije? Mirando a Winston. Es tan obvio, piensa él mientras se agarra la cabeza… ¿Cómo no se me ocurrió? Se pregunta y mirando a Nancy… dice: Es eso… ese es el por qué…
FIN
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Rastros del pasado
Publicado el 18 octubre 2012 por FimmersoTambién podría interesarte :