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Razones por las que ir en el autobús urbano es muy parecido a estar en el infierno

Publicado el 02 julio 2013 por Iris Bernot @irisbernot
    Yo no sé como es el infierno, querido lector, pero por lo que nos han contado por todas partes, debe de ser un sitio tétrico, deprimente, y además parece que está lleno de fuegos que abrasan a la gente que tiene la desgracia de caer en él y que la hacen sufrir eternamente por las maldades que han cometido durante su vida terrenal.
 
 
     Teniendo esto claro, o sea, que el infierno es un sitio al que nadie querría ir por propia voluntad, he de decir que hay muchas cosas en la tierra que caben en la definición de lo que es el infierno, y una de ellas es, sin duda, el autobús urbano. Nunca he conocido a nadie que se sienta a gusto viajando en él, y jamás he visto que nadie vaya sentado en éste con una sonrisa de satisfacción como la que a veces se lleva en la cara cuando se está ante el escaparate de una tienda que tiene grandes rebajas en su interior o ante un helado de chocolate de proporciones gigantescas, y eso tiene su razón de ser, porque viajar en el autobús urbano es una de las cosas que más se deben de parecer a estar en el infierno. Yo vivo en un ciudad bastante grande, y tengo que moverme a diario con este transporte infernal, y cuando creo que ya no puede decepcionarme y cabrearme más, va y me decepciona y cabrea más todavía, haciendo que me ratifique en la idea de que el autobús urbano debería de ser un castigo más para los delitos penales, igual que la cárcel o que las multas de miles de euros.     Como no me gusta ser demasiado abstracta, y además creo que esta semejanza entre el infierno y el autobús urbano hay que concretarla y explicarla debidamente, voy aponer algunas de las razones por las que creo que viajar en cualquier autobús de cualquier ciudad del mundo ( porque seguro que en todas es igual de infernal) es equivalente a estar abrasándose en el infierno.
       - Cuanto más frío y más calor hace, más tarda en llegar a la parada: Cuando estás sufriendo una hipotermia o estás al borde de tener una insolación, el autobús urbano te regala media hora de retraso en su llegada a la parada, la cual, por supuesto, carece de techo o de cobijo alguno. Así te vas reconciliando con la madre naturaleza y con sus extremos climáticos, claro que sí.
      - Cuanta más prisa tienes, más lento va: Esa entrevista de trabajo de la que depende que comas el mes siguiente, ese dentista que te tiene que quitar esa muela que te está haciendo caer en el desquicie más absoluto, esa cita con ese chico al que llevas un año acosando sin resultado y que al final ha terminado por ceder,  ese exámen que va a hacer que te olvides de los estudios todo el verano, etc... No importa lo que hayas de hacer, cuanto más importante sea, más lento irá el autobús.
     - Cuanto más cansado estás, más gente te reclama el asiento: Estás con un dolor de espalda que te mueres, o te duelen las piernas porque has estado andado por ahí sin parar persiguiendo a tu acosado favorito, te sientas suspirando de alivio en el autobús, y sacas los cascos de tu mp3, pero entonces suben cuatro señoras mayores, tres mujeres con niños pequeños y dos hombres con bastón, y todos empiezan a mirarte mal hasta que cedes a la presión y te levantas del asiento. Siempre pasa lo mismo...
     - Cuanto más irritado estás, más frenazos da el conductor: Cuando estás enfadado por algo, por ejemplo porque ya no te dejan entrar en tu casino favorito, te toca el típico conductor de autobús que ha aprendido a conducir llevando camiones de ganado, y empieza a dar frenazos inexplicables hasta que la paciencia se te agota y decides bajarte antes de matarlo.
     - Cuanto más quieres llegar a tu casa, más autobuses pasan de largo: Cuando estás harto de andar por ahí y quieres irte a tu adorado hogar para vaguear en el sofá y comerte unos macarrones con tomate de caja, empiezan a llegar autobuses que pasan de largo tu parada porque llevan demasiada gente dentro o porque simplemente no les da la gana de parar por ti.
     - Cuanto más limpio y perfumado vas, más sobacos malolientes has de soportar: Cuando vas en el autobús perfumado y bien vestido porque te vas, pongamos, a un casino nuevo, porque en el tuyo no te dejan entrar, es cuando más sobacos malolientes has de soportar en tu cara, porque el autobús empieza a llenarse, y todos los señores de sobaco sudado deciden ir poniéndotelo delante de la cara uno detrás de otro. ( Aún no entiendo como es que nunca he visto a nadie vomitando en el autobús; supongo que al final uno se hace a todo...)
    - Cuanto más tranquilo estás, más follones hay en el autobús: Cuando vas tranquilo y relajado en el autobús, pensando en lo bien que estás y en lo poco desequilibrado que has estado durante los últimos días, empieza a haber follones en el autobús, y sientes ganas de pegar a todo el mundo. Esa señora que le grita al revisor que ella ha pagado su billete, ese revisor que le dice que no lo ha pagado, ese conductor que pita al coche de delante, ese señor que se pelea con la parienta porque no quiere ir a ver a su cuñado al hospital, esa chica que le grita al novio por teléfono porque no quiere que él siga mirando a su amiga la tetona, etc... Todo el mundo se pone de acuerdo para odiarse y gritarse a la vez, y tú solo quieres gritarles a todos porque no te dejan entrar en tu casino de siempre (es que no se puede hacer tantas trampas...)
     En fin... Ahora podría decir que todo esto es una sátira, y que en realidad el transporte público es bueno, saludable, y que hay que dejar el coche en casa y coger el autobús urbano, pero no, esto es verdad, lo siento así, y creo que el noventa por ciento de los mortales que lo usan estarán de acuerdo conmigo aunque no lo digan. Por eso tengo las piernas tan musculosas, porque ando mucho...

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Señora, no se cuele! Que no se cueleeeee!!!



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