“Re-muerdimiento”

“Re-muerdimiento”

Y dio otro bocado. Aquella descomunal mole había entrado en el restaurante hacía ya tres largas horas y aún seguía comiendo. A cada dentellada arrancaba trozos a cualquiera de las carnes que ocupaban platos y bandejas encima de la mesa. Los camareros no daban abasto trayendo, entretanto, todo tipo de viandas, casi todas grasientas. Los chorretes de sudor se deslizaban por el rostro del orondo tipo y sus morros relucían por las perlitas de sudor que no dejaban de brotar. Tras devorar dos tartas y una fuente de natillas, pidió café. Disciplinado, el mozo, preguntó: “¿Sacarina como siempre, señor?”.