EMPERADOR HAILE SELASSIE I
Informándome un poco sobre el HomeSchoole encontré un cuento que me gusto muchísimo, ya que da una pequeña muestra de la educación que obtienen nuestros niños en la mayoría de las escuelas (y hasta con algunos padres), lo cual hizo preguntarme si realmente es lo que yo busco para mi hija, pues no conocía algunas otras alternativas de educación aquí en México, igualmente me pregunto si estaría dispuesta a permitir que sean este tipo de situaciones por las que atraviese Inat en su camino, de conoci- cierto, educación y del descubrir al mundo.
Mi pequeña tiene 15 meses de edad y hasta ahora no me había parecido relevante cuestionarme a tal grado sobre esta situación hasta que se acercara el tiempo de comenzar la búsqueda de la escuela "ideal", pero si no es necesario amar a los niños y respetarlos hasta ser padres, tampoco lo es el esperar tener la prisa en la puerta para querer tomar una decisión y menos cuando se trata de la educación nuestros niños.
Así que aquí les comparto el cuento para que reflexionemos sobre estas situaciones y comencemos a educarnos sobre este tema tan importante que es la Educación ( en cualquiera de sus formas) y que como Padres viviendo en Jah (Dios), buscar o crear más alternativas y posibilidades para poder mantener los votos y la real educación en nuestros niños.
Había una vez, un niño pequeño que comenzó a ir a la escuela. Era bastante pequeño y la escuela muy grande. Cuando descubrió que podía entrar en su aula desde la puerta que daba al exterior, estuvo feliz y la escuela no le pareció tan grande. Una mañana, la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño-.
Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres, leones, barcos. Sacó entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestra dijo:
- ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar flores.
- ¡Qué bien! -pensó el niño.
Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices violetas, naranjas y azules. Pero la maestra dijo:
- ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento! - y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un tallo verde. Ahora -dijo- pueden comenzar.
El niño miró la flor que había hecho la maestra y la comparó con las que él había pintado. Le gustaban más las suyas, pero no lo dijo. Volteó la hoja y dibujó una flor roja con un tallo verde, tal como la maestra lo indicara.Imagen tomada de El Adarve
Otro día, la maestra dijo:
- Hoy vamos a modelar con plastilina.
- ¡Qué bien! -pensó el niño.
Le gustaba la plastilina y podía hacer muchas cosas con ella: víboras, hombres de nieve, ratones, carros, camiones; y empezó a estirar y a amasar su bola de plastilina. Pero la maestra dijo:
- ¡Esperen, aún no es tiempo de comenzar! Ahora -dijo- vamos a hacer un plato.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño-.
Le gustaba modelar platos y comenzó a hacerlos de todas formas y tamaños. Entonces la maestra dijo:
- ¡Esperen, yo les enseñaré cómo! - y les mostró cómo hacer un plato hondo-. Ahora ya pueden empezar.
El niño miró el plato que había modelado la maestra y luego los que él había modelado. Le gustaban más los suyos, pero no lo dijo. Sólo modeló otra vez la plastilina e hizo un plato hondo, como la maestra indicara.
Muy pronto, el pequeño aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar, y a hacer cosas iguales a la maestra. No volvió a hacer nada él sólo.
Pasó el tiempo y, sucedió que, el niño y su familia se mudaron a otra ciudad, donde el pequeño tuvo que ir a otra escuela. Esta escuela era más grande y no había puertas al exterior a su aula. El primer día de clase, la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño, y esperó a que la maestra dijera lo que había que hacer; pero ella no dijo nada. Sólo caminaba por el aula, mirando lo que hacían los niños. Cuando llegó a su lado, le dijo:
- ¿No quieres hacer un dibujo?
- Sí -contestó el pequeño-, pero, ¿qué hay que hacer?
- Puedes hacer lo que tú quieras - dijo la maestra.
- ¿Con cualquier color?
- ¡Con cualquier color - respondió la maestra-. Si todos hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cual!
El niño no contestó nada y, bajando la cabeza, dibujó una flor roja con un tallo verde.
Porque la educación es una responsabilidad y no solo de los padres de cada niño, sino de todo yo y yo, tengamos o no tengamos aun niños y porque así, sin más ni menos, contribuiremos al cumpli-cierto de nuestro deber; ¡Educar y proteger al niño y al anciano!