La Rosa Púrpura de El Cairo (Woody Allen, 1985) establece una dinámica intrincada entre realidad y ficción, de similar manera a Ocho y medio (Fellini, 1963) o la serie Lost, salvando las distancias. Pero si en algo coinciden es en hacernos vislumbrar la posibilidad de mundos paralelos, realidades alternativas u oníricas que pueden ser tan reales -y no hablo de enfermedades mentales- como la vida real, o esa que consideramos convencionalmente como tal. ¿Existen otras dimensiones de las que no somos conscientes?
En este sentido, creo que las referencias literarias (Philip K. Dick, Michio Kaku) y cinematográficas (Twin Peaks, Origen, Doce monos) han ido allanando el camino a la hierática distinción entre realidad y ficción, los límites han quedado difuminados y todo ello ha dejado abierta la puerta a la imaginación, incluso a que veamos con buenos ojos a la tan cacareada realidad aumentada: una realidad mixta que se deriva de la interacción entre elementos reales y virtuales, que admite la interacción y se visualiza en 3D.
La realidad aumentada nos presenta el contexto de una forma diferente -mixta, ya lo hemos dicho-, pero además enriquece (recuerden el “cueces o enriqueces”) nuestras posibilidades a la hora de exprimir todo lo que nos rodea. ¿Imaginan el hogar del futuro? Pasen y vean:
En Tokyo, por ejemplo, “muy cerca de la estación Tachikawa, nos encontramos con el N Building, un edificio que en su fachada presenta un código ‘QR’ (evolución de los códigos de barras). Este código, mediante una aplicación para iPhone, nos permite visualizar de forma virtual determinados contenidos existentes en el edificio: podemos hacer tracking de personas, ver información por plantas, ver contenidos comerciales e incluso jugar con la realidad aumentada”. Fuente: Postmarketing.
A título personal les diré que, últimamente, todo me lleva hacia la no distinción entre realidad y ficción. Los libros que leo, Turismo interior, de Marcos Ordóñez; la referencia en el número de diciembre de Esquire a la edición en bolsillo de Física de lo imposible, de Michio Kaku (precisamente la primera revista que ha utilizado la realidad aumentada en su edición de papel, y hablamos de finales del año 2009); y el taller de Nueva ficción televisiva que imparte el crítico de cine Jordi Costa en la Escuela de escritores de Madrid y al que asisto como alumna entregada a la causa de los mundos paralelos. Y es que, en este caso, hacer periodismo desde la circunstancias privadas, como diría Carolink Fingers, me parece de lo más apropiado. Júzguenlo ustedes mismos, si se encuentran en disposición de juzgar, pero sean benévolos y valoren si hablamos de casualidad o causalidad si aunamos todos estas referencias.
Les dejo con una última reflexión: en esta realidad mixta, paralela o aumentada que facilitan las nuevas tecnologías, ¿seremos nosotros o una versión mejorada de nosotros mismos (véase Facebook, por ejemplo)? El juego de ¿Quién es quién?, tan útil en nuestro aprendizaje cuando niños, se convierte aquí, en este nuevo mundo, en un juego necesario a la hora de interactuar y saber realmente quién es el otro. Desde luego, el futuro inmediato se plantea de todo menos aburrido. Ya lo decíamos en el titular, realidad aumentada, diversión aumentada. Aunque todo se vuelva un poco más confuso.