Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas. Al principio se trataba tan sólo de un juego: adoptar los movimientos, la personalidad del otro. Meterse en su vida. Experimentar, arriesgarse, llevar al límite. Conocer hasta dónde da de sí una relación. Interpretar.
Sin embargo, pasado el primer año comenzaron a olvidar su verdadera identidad. Ahora ya no saben si son un personaje o ellos mismos. Por eso cuidan cada palabra y evitan los enfrentamientos. Tienen miedo. Ha llegado el momento de introducir una nueva consiga.
NiñoCactus