Ayer comenzaron las rebajas. Aprovechando que estoy pasando unos días en casa de mi hermana en Pamplona, esta tarde he acudido a los grandes almacenes y tiendas de la ciudad.
Me encantan los "trapos" como suelo llamar a la ropa, y cuando voy de compras, salvo en alguna ocasión que me acompaña algún familiar o amigo, me gusta ir a mi aíre. Soy capaz de pasarme horas y horas de probador en probador sin cansarme hasta conseguir el modelito deseado.
Eso de ir de compras de ropa es muy femenino. Cada cambio de temporada como si de un ritual se tratara, miles de féminas se debaten entre la elección de lo más bonito y económico, dedicando largas horas y aguantando largas colas...
Aunque no me gusta generalizar, y estoy segura que habrá varones amantes de las compras también.
Últimamente, no me caen nada bien los probadores.Cuando ya se tiene una edad, nos devuelven nuestra imagen tal y como es, multiplicada por los varios espejos de las paredes. Es allí en la soledad del probador, donde nos encontramos cara a cara con nosotros mismos y la realidad de nuestro propio cuerpo y su declive.
La talla que usábamos siempre, llega un momento que no nos sirve. Los famosos "michelines" rebeldes ellos, luchan por salir por el menor resquicio que pillan. Ya podemos una y mil veces tratar de doblegarles, que ellos se saldrán siempre con la suya...
El probador es un lugar con mucha luz que nos hace protagonistas de nuestra propia historia. Como si de un espectáculo se tratara, nos enfocan sin piedad esas luces sin previo aviso de cosméticos que disimulen un poco nuestras arrugas y ojeras.
Pero bueno, una vez superada esta prueba y dándole la menor importancia, puede uno pasar un estupendo día de compras y sonreír a la vida, precisamente por eso, porque tenemos vida...
Me gusta observar a la gente con la que me cruzo. También cuando voy de compras por supuesto.
Se puede ver un matrimonio joven con niño, o niños, incluidos, que cansados lloriquean mientras los padres estresados ya no saben que hacer con ellos. He podido ver muy cerca de donde me encontraba maridos aburridos deseando que se acabe ese suplicio. También me he divertido viendo a toda una familia en el mismo probador, tratando de escoger el mejor vestido de la madre para una boda, mientras ella posaba una y otra vez para ellos con varios modelos intentando obtener la aprobación del grupo.
Se puede ver gente muy sencilla, buscando una ganga en la percha de los modelos del Corte Inglés de hace dos años a bajo precio, o personas muy rimbombantes, poniendo cara de importancia en las ofertas de las grandes firmas.
Me gusta de manera especial observar a personas que compran compulsivamente, como si les fuera la vida en ello. Rastrean una y mil veces cada stand como los buscadores de oro en el lejano oeste.
Existen los indecisos, que se prueban muchos modelos y nunca se deciden, poniendo cara de circunstancias. Los tacaños, que recorren todas las tiendas antes de comprar, con tal de no gastar ni un céntimo más de lo que ven necesario, y sin permitirse jamás un pequeño capricho.
Punto y aparte es la gente joven, con su belleza recién estrenada y que todo les queda como un guante...Estos seguro que no tienen manía al probador, más bien al contrario...
Se puede ver mujeres entradas en años, madres de familia con la ilusión a flor de piel, pudiendo por fin darse un día de relax y un pequeño capricho que las saca durante unas horas de su monótona y sacrificada vida.
En fin, podía estar hablando horas sobre las personas que observo y de las que muchas veces aprendo, pero por hoy ya creo que basta. Quizá el próximo año si se tercia que estoy por la zona os cuente algo más.
¡Felices vacaciones y feliz verano!