En el año 1945 George Orwell escribió una novela acerca de un grupo de animales en una granja que expulsan a los humanos y crean un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal. Se trataba de una sátira perfecta al régimen estalinista. Pero a su vez constituye un análisis sencillo y formidable de la corrupción que engendra el poder en cualquier nivel.
‘Rebelión en la granja’. Sí, tomen nota porque ahora ya no hay que leerla. Basta con observar nuestro entorno más próximo. Entren, acomódense y disfruten del espectáculo.
Mientras algunos caudillos, con cierto sabor raquítico y provinciano, continúan marcando territorio y se oponen con rotundidad a las directrices procedentes del sancta sanctorum, otros, en un ejercicio de vanidad e hipocresía mediática, pregonan su inocencia de norte a sur y de este a oeste. Buscará una canonización. No me cabe ninguna duda.
En el otro extremo de la granja, la superiora de un convento, que poco tiene de religiosa y posiblemente menos aún de virgen, se pasea en olor de multitudes, arropada por un sinfín de correligionarios. Aún no sé muy bien qué buscaba. Pero sí algo evidente, y lo logró: ser noticia. Todavía no tengo claro si buscaba notoriedad, llamar la atención, o simplemente tonar nota de cómo está el patio. Fuere lo que fuere, lo consiguió, aunque, a toro pasado, no me cabe duda de que no se enterase de nada. Basta con consultar las hemerotecas.
Otros, en el epicentro de la granja, ejercen de profetas y anuncian que el fin del mundo se acerca. Serán absurdos. Pregonan la llegada inminente de un cataclismo que cambiara la faz del mundo. Pretenden meter el miedo en el cuerpo. Pero ya sabemos qué hacer con los agoreros, con aquellos cuya verborrea es patética y vulgar. No les hace caso ni Dios.
También en el epicentro, no se continúa llamando a capítulo a quién no obedece a las normas. Pero no pasa nada. Estamos acostumbrados a que se salten las normas y hagan de su capa un sayo, y utilicen la confianza que les otorgan los demás para convertirse en reyezuelos feudales sin escrúpulos. Utilizan el cortijo a su libre albedrío. Quitan, ponen, cambian… según les parece. Sin criterio ni lógica. Eso sí, prohíben que el resto de mortales ejerzan sus derechos más elementales.
Todo esto sucede tierra adentro pero los hombres de la mar no se quedan atrás. El problema es que junto al mar, todavía atufa más que en el interior. Al parecer tienen menos trajes que el resto, y les cuesta más tiempo cambiarse de ropa. Según ellos, continúan siendo perfectos, limpios, inmaculados. Desconozco en realidad lo que pueden tener limpio porque, de tener algo intachable lo tendrán tan escondido que no se deja ver ni con una lupa de aumento. Pero serán ineptos.
Otro rincón de la granja también huele mal. ‘Este cocido lleva moscas’, suele decir mi madre para indicar que algo mal. Ajustada en formas y en razón, la manchega. Pero diciendo una verdad absoluta porque no es ni medianamente normal el hecho de que se privaticemos determinadas áreas de los hospitales públicos. ¿Qué hay detrás? ¿Bufandas? ¿Favores entre sábanas y maletines? De todo un poco, seguro. Otro espectáculo de indocumentados indecentes.
A grandes rasgos éste es el panorama de la granja. El gruñido de los puercos es notable. También sus pufos y sus chanchullos. Pero eso no es lo grave. Lo más grave es que quién se supone lidera esta magnífica piara no pone orden y concierto. Al contrario, calla. Y ya sabemos qué hace quién calla. No es normal su actitud. Tampoco lo es la de sus acólitos más inmediatos. En el sancta sanctorum nadie chista. Todo el mundo calla. ¿Será que saben eso de que en ‘boca cerrada no entran moscas? La cosa esta muy mal. Los marranos saben que pueden hacer lo que les de la realísima porque nadie, dentro de la granja, les va a meter mano. Se está cociendo una revuelta, que derrocará a su líder. Se irá, y con él, sus vasallos. No se quién se hará cargo de la piara porque no hay nadie preparado para ponerse al frente de una granja tan revuelta como ésta. Mejor dicho, y ensamblándonos en justicia, el único que está medianamente dispuesto, lo tienen amordazado en una esquina.
Hace unos años, otro líder espiritual que tuvo al frente de esta granja era un mafioso profesional, pero jamás ningún puerco le levantaba la voz, y mucho menos hacía lo que le salía de los santísimos. Ya ven como está la granja. Revuelta. Hay rebelión en la granja, y en ésta para no ser menos que otras también hay muchos cerdos que sólo buscan una cosa: ser el líder. Pero no lo conseguirá. Es cuestión de tiempo.