Desaparezco, ahora mismo, en este instante. Nada cambia, todos siguen saltando, todos perdidos por el espectáculo. Me zarandean, me patean, me levantan sobre sus cabezas. No existo, el espectáculo está ardiendo. Felicidad, locura, amor, dosis de cada uno para ignorar la realidad y unirse a la escena.
Me vuelvo invisible, quién quiere ser escritora en épocas de información instantánea, soy una biblioteca abandonada, un libro humedecido, una poesía cursi. ¿Seré también yo reciclable? ¿Me reciclará algún día la sociedad inevitablemente?
¿Qué camino tomar? ¿Qué camino seguir? La alarma no suena y hay que correr igual. Siento que algo va a explotar. Correr, intentar, pelear, empujar. Correr, respirar, pelear, llorar. ¿Pero por qué estoy luchando? Todo pierde el sentido, muchas cuestiones sin respuesta. Solo sigue no pienses. Sigue y no pienses hasta terminar.
¿Y que me queda después? ¿Cuando se termina esta ruleta rusa? Puedo tocar en el aire los barrotes que me atan a este lugar, puedo sentir las presiones y las voces en mi cabeza luchando con sus malditos intereses tatuados.
La estatua de la libertad renuncia a su puesto y la presidente dijo que está de paro. Nadie quiere seguir, mi cerebro está en huelga. Una parte de mi cerebro llora y sabe lo vulnerable que se está volviendo todo mi sostén, y la otra parte se ríe sin respuestas, sin más que números y probabilidades. Pero nadie quiere estadísticas cuando todo se cae.
Fotografía por Bryan Minear
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