Recobro tu piel, cuando recobrar es el ser de siempre y el haber sido. La esquina se vuelve pergamino y es inmenso el asfalto de mi vestido. Bordé de eucaliptus un bolero compartido con las mismas manos unidas y un solo y precoz rito. Aquel surtidor de besos, la adolescente costumbre de adorar griegos y amar egipcios acariciando el mantel amarillo que pasa volando sobre el borde de la falda donde el asombro apoyaba los libros. Los poemas vuelan en el mural de tu casa, infernal escape de los años ígneos. Recobrar significa una piedra en el camino, un obstáculo amorfo con veleidades de fatalidad y cataclismo. Recobrar los sentidos, (sobre todo, los sentidos) y no sentir la boca anestesiada en la conjunción cósmica de tu labio sobre el mío.