La última novela de Pynchon se presenta en clave negra. Doc, detective hippie de Los Ángeles, deberá tomar un encargo de su ex, Shasta. Para contarlo Pynchon desplegará su quirúrgica mirada sobre la California de los sesenta, poblada de surfistas adictos a las olas gigantescas, combatientes de Vietnam, pandillas carcelarias, agentes del FBI devenidos en fumetas y la escabrosa sombra de Charles Manson. Como de costumbre en la obra de este genio al que casi no se le conoce (inclusive la solapa del libro lleva la marca donde debería ir su foto) no falta lo desopilante: una organización macabra integrada por odontólogos, bellas masajistas de sexualidad dudosa, una mirada a la incipiente crecida del tsunami que luego se llamó Internet. De Thomas Pynchon apenas se sabe que estudió ingeniería y literatura y fue alumno de Nabokov. Junto a Salinger, configura un mito no precisamente por vivir oculto de los medios, encerrado, e impenetrable, sino por la minuciosidad literaria que llevó a varios a considerarlo el más grande entre los autores norteamericanos de todos los tiempos. Leyéndolo no saldremos con las manos vacías ni la cara limpia de sangre, un vicio que puede resultar lacerante pero revelador. Su mirada social y su construcción ficcional están mucho más allá de lo literario.
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Publicado el 23 abril 2016 por PablogiordanoLa última novela de Pynchon se presenta en clave negra. Doc, detective hippie de Los Ángeles, deberá tomar un encargo de su ex, Shasta. Para contarlo Pynchon desplegará su quirúrgica mirada sobre la California de los sesenta, poblada de surfistas adictos a las olas gigantescas, combatientes de Vietnam, pandillas carcelarias, agentes del FBI devenidos en fumetas y la escabrosa sombra de Charles Manson. Como de costumbre en la obra de este genio al que casi no se le conoce (inclusive la solapa del libro lleva la marca donde debería ir su foto) no falta lo desopilante: una organización macabra integrada por odontólogos, bellas masajistas de sexualidad dudosa, una mirada a la incipiente crecida del tsunami que luego se llamó Internet. De Thomas Pynchon apenas se sabe que estudió ingeniería y literatura y fue alumno de Nabokov. Junto a Salinger, configura un mito no precisamente por vivir oculto de los medios, encerrado, e impenetrable, sino por la minuciosidad literaria que llevó a varios a considerarlo el más grande entre los autores norteamericanos de todos los tiempos. Leyéndolo no saldremos con las manos vacías ni la cara limpia de sangre, un vicio que puede resultar lacerante pero revelador. Su mirada social y su construcción ficcional están mucho más allá de lo literario.