He estado desconectada de todo lo cibernético, incluido el blog, unos cuantos días. A lo mejor, no os habéis dado ni cuenta y decís, para vuestros adentros: "Hala, mira ésta, que se cree que la echamos de menos. Si yo no me había dado ni cuenta de que no estaba...". Vale, vale, ya sé que no soy imprescindible, pero no hace falta hundirme en la miseria.
Decía que - aunque no os hayáis dado cuenta - he estado desconectada del 2.0 para dar descanso a la mente. Porque lo que es al cuerpo, como que no. En otras palabras, me he ido de vacaciones con mi santo, Susanita y el Terrorista. Y no he parado la pata. No porque me apeteciera, no, sino por cabezonería de mi señor esposo.
A mi santo, que - por decirlo delicadamente - es un poco obsesivo, se le metió entre ceja y ceja que nuestros hijos no veían mundo.
- Que sólo viajan de
Tenerife a Madrid y de Madrid a Tenerife - me decía, con el ceño fruncido.
- Pues qué bien, oye, que a su edad yo no había salido de Canarias
- Que no, que no, que hay que moverse. En Semana Santa, nos vamos, con ellos, a hacer excursiones.
A mí esa frase, que os puede parecer inofensiva, me puso los pelos como escarpias. Y no es exageración, no, que vosotros no conocéis a mi santo cuando se pone cabezón y si dice que va a hacer excursiones, va a hacer excursiones hasta que nos desangremos vivos.
Semana Santa tiene siete días ¿no?
Primer día: Madrid
Segundo día: Badajoz
Tercer y cuarto día: Algarve
Quinto día: Badajoz
6º día: Ávila
7º día: Madrid y vuelta
Esta mañana, he ido a despertar al Terro para ir al colegio y, sin abrir los ojos, mi hijo me ha preguntado:
- Mamá, ¿falta mucho para llegar?