Revista Talentos
Recortada (por Isa)
Publicado el 24 abril 2012 por ImperfectasTengo que anunciaros que, contra todo pronóstico, desde hace casi dos semanas yo también soy una de las personas que engrosan el saco de los daños colaterales de la crisis. La empresa en la que llevaba 12 años -un tercio de mi vida- trabajando y ocupando puestos de responsabilidad, decidió prescindir de mis servicios y mandarme derechita a la cola del INEM (o SEPE, como se llama ahora) a hacer compañía a los más de 5 millones de parados.
Lo primero fue la sorpresa. No me lo podía creer. No me lo esperaba, y admito que, en un alarde de soberbia del que no me siento especialmente orgullosa, nunca pensé que esto pudiera pasarme a mí. Y es que lo de quedarse en el paro era una desgracia concebida por mi mente como ajena: algo que le pasa a gente poco formada, o que no ha hecho carrera ascendente, o jóvenes luchando por acceder a un primer puesto de trabajo, o a compañeros de profesión especializados en producción audiovisual, acostumbrados a trabajar en programas que duran lo que duran... Pero está claro que no. Que lo del paro en los tiempos que corren es una adversidad tan arbitraria como la muerte. Le puede pasar a cualquiera. Nadie está a salvo.
Superada la decepción y recuperada la humildad, aunque haya sido involuntariamente, lo siguiente es asumirlo, tarea ingrata y no exenta de un halo de bochorno... y es que después de estar tantos años unida a una empresa, desarrollas hacia ella unos lazos emocionales que solo puedo calificar como "síndrome de Estocolmo"... ¿Os podéis creer que me da vergüenza reconocerlo? que en la guardería a la que llevo a mi hijo y en la peluquería donde me cortaron el pelo el lunes pasado piensan que estaba de libranza... Y es que el desempleo está estigmatizado: sobre todo en la cabeza del que lo sufre.
Haber sido despedida no ayuda, salvo por la indemnización, claro está, pero a nivel psicológico es un mazazo. Por mucho que te endulcen la salida diciendo lo buena que eres y lo bien que lo has hecho, tu imagen profesional siempre se resiente, como mínimo la que proyectas para tus adentros... pero no puedes venirte abajo, y no puedes porque necesitas remendar tu autoestima para la fase siguiente: la búsqueda de empleo.
Qué duro es... qué difícil desempolvar ese viejo documento en Word llamado escuetamente CV, esas dos páginas glosando tus hazañas, describiendo tu vida, para ponerte a indagar qué le falta y qué le sobra, para sobreponerte a la caída libre de tu confianza y buscar lo mejor de ti, y cómo contarlo bien para realizar una de las tareas más engorrosas que hay en este mundo (al menos para mí): venderte. Pero, es lo que hay, ya estoy en esa fase, en venta, así que trato de decirme cada mañana: Bienvenida al mercado... ¡Y a la jungla!