Cierra los ojos, piensa en aquellos instantes e imagina, haz realidad, que ahora mismo están pasando.
Cuando hables de nosotros, cuando cuentes nuestra historia, di que fuimos los mejores amantes que pisamos esta ciudad, que las farolas nos miraban al pisar la calle porque nos parábamos en cada una de ellas y nos abrazábamos cerrando los ojos, mirando al infinito, luego nos dábamos pequeños mordiscos que invitaban a lo prohibido y a la magia, ambas cosas unidas.
En realidad, la vida debería ser siempre así.
Cuando te pregunten y me vuelvas a recordar, piensa en los paseos nocturnos por la playa, o en aquellas tardes tirados en el césped, piensa en cuando subíamos a la azotea de mi edificio y contemplábamos las luces de una ciudad que nos hablaba de buenos tiempos, ahora nostálgicos, nos contaba historias de cada uno de sus rincones, y en cada historia había un beso y una mirada, mil pensamientos que compartíamos sin abrir la boca y que ahora flotan en el aire entre muros de piedra y cartón.
O eso espero, porque solo me quedan de ti las historias que recuerdo.
Cuando estés sola, cierres los ojos y pienses en nosotros, llora si tienes que llorar, pero que tus lágrimas hablen de todas esas veces que reímos tan fuerte que estábamos sordos de risa, que gritamos tan alto que teníamos que correr por las calles, cogidos de la mano huyendo de los problemas que, pensábamos, dejábamos atrás.
Pero no.
Nos perseguían.
Acechaban.
Por todas partes.
Mil demonios que querían arrastrarnos hasta el último rincón del mismísimo infierno, que intentaban llenar de oscuridad cada halo de luz que penetraba en nuestras vidas.
Malditas y nostálgicas vidas.
¿Qué? ¿Qué dices? Cierto, tienes razón, me he dejado llevar por un momento hacia todo eso que debimos destruir.
Porque, cuando escribas nuestra historia, cuando narres todo lo que sucedió, solo te pido que no sientas lástima por lo que dejamos de vivir, por lo que nos pasó. Y es que a veces la memoria es traicionera y olvida lo bueno y recuerda lo malo. Solo te pido que os recuerdes como lo que fuimos, felices. Porque fueron demasiados los momentos felices como para que ahora nos empeñemos en olvidarlos.
Recuérdame feliz.
Porque lo fui.
A tu lado.
Recuérdame contigo.
Recuerda lo que fuimos.
Demasiado.
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