Recuerdo del 23-F

Yo era un niño y no entendía bien lo que estaba sucediendo. En la televisión estaban votando algo que parecía importante y unos militares interrumpieron pegando tiros, parecía una película extravagante. Sin embargo el efecto que causó en mi padre fue terrorífico. De inmediato salió de casa. Pasó poco tiempo cuando regresó de la calle lívido. Era la primera vez que percibí zozobra en mi todopoderoso progenitor, algo que sólo volvería a ver en situaciones en las que estuvo muy enfermo. 
A partir de ese momento la televisión casi en silencio, las persianas completamente bajadas y la radio a menos de dos palmos de él. Mi hermano ni tan siquiera tenía edad para entender nada de lo que ocurría, y a mi me parecía extremadamente extraño que mis padres nos dijeran que no pasaba nada cuando sus ojos brillaban extrañamente. 
Entre cuchicheos pude entender que alguien había puesto una pistola en la barra del bar al tiempo que decía que iba a salir a cazar rojos. Con el tiempo pude comprender que el haber sido miembro del PSOE en la clandestinidad le había señalado. La noche fue tan larga que le dio tiempo a rehacer la maleta docenas de veces, mientras repasaba el plan de huida a Portugal. Los precedentes familiares pesaban mucho y una fuga a tiempo era la mejor medicina para evitar una muerte prematura. A la mañana siguiente los planes de evasión nocturna quedaron felizmente anulados al ver como los militares abandonaban el Congreso de los Diputados. 
El mal trago pasó, pero el resquemor contra las hienas que sólo disfrutan oliendo sangre ajena sigue flotando en cada aliento de mi anciano padre.