Mil recuerdos se agolpan en mi memoria, dando paso a una sonrisa cómplice.
Tu aliento en mi cuello, tu risa, tu firma zurda, tus zurdas caricias, tu tozudez, el modo peculiar de tomar el café, tus incongruencias, tu forma de mirar las estrellas como si las descubrieras cada noche por primera vez, la forma en que hablabas arrastrando ligeramente la última palabra de cada sentencia que salía de tu boca, tu forma de besar mi piel, tu forma de besar mi boca, tus maldades en el dormitorio, tus promesas jamás rotas; tu inspiración, que venía de la mano de la locura y te llevaba a llenar de colores un lienzo en blanco; el modo de ordenar tu escritorio con ese desorden que tanto extraño ahora, la forma de poner la mesa, las bañeras con espuma, las velas, las copas de vino y los orgasmos con jazz y olor a jazmín.
Nunca olvidaré el día en que todo eso se convirtió en recuerdo.