Revista Diario
A veces el pasado regresa aunque sea por un momento, disfrazado de olores, de sabores, de recuerdos que se asoman con la consistencia de una chispa de luz a la consciencia y, de repente, nos trasladamos a otros lugares, otros tiempos, a otros nosotros mismos que fuimos y que, probablemente, seguimos siendo. Otras veces, algunas partes de nuestro pasado regresan con consistencia, reafirmando sus raíces en un presente con vocación de futuro, eso está bien si fue un pasado querido. Hace poco llegó hasta mi un pedacito de lo que fuí, de tiempos en los que mi vida era muy distinta, de tiempos en los que no conocía el miedo, la muerte, el dolor, las preocupaciones, ni muchas de las cosas terribles o absurdas de la vida, tiempos en los que era inocente sin serlo, en los que mis pensamientos estaban centrados en objetivos muy diferentes a los actuales, cuando mi futuro apuntaba maneras muy distintas. Y fue bonito saber que una amistad puede resistir años y años de abandono y recuperarse con la primera sonrisa. Y fue bonito recordar tantas cosas vividas.Y fue bonito abrir mis regalos, tan cargados de significado para mi, cuando nadie me veía, por si se me escapaba una lagrimilla indiscreta e indisimulable a pesar de la lluvia. Y es bonito leer en ellos palabras tan familiares, nombres tan conocidos y sumergirme en ese mundo que debería haber sido el mio y que dejé escapar. Me gusta recordarlo ahora que ya el tiempo y todo lo que ha ido pasando en mi vida han relativizado la parte triste de esos recuerdos dejando sólo lo bueno. Gracias