Después de haber estado un rato drogada fuera del quirófano, me llevaron a la habitación. Un camino muy interesante; muy diferente de vuelta a lo que había sido de ida, horas antes, con la niña dentro.
Llegué al cuarto sin poder mover las piernas, pero sintiéndome excelente.
Cuando pasé de estar medicada por vía intravenosa a tomar pastillas, se me indicó empezar a caminar, y ahí empezaron las dificultades: los primeros pasos los di completamente encorvada. Sin embargo, no tenía dolor; la ciencia de la anestesia a mi servicio se encargó de facilitarme ese par de días para poner toda la atención en la jamía.
Ya en casa, me sentí más recuperada a cada momento. Los pasos cortitos se hicieron normales, y de cansarme muy rápido pasé a cansarme rápido solamente en circunstancias específicas, como luego de caminar con la niña en brazos. Cada día iba sintiéndome mejor, así que eso le dije a mi ginecóloga en la siguiente consulta.
Luego, hubo que dejar los analgésicos. Ahí descubrí el hilo negro. No había tenido dolor porque no había dejado de estar drogada. Sin medicina, hubo un par de sentidos "ay-ay-ay". Pero no mucho más.
Entonces, según mi percepción, la mejoría se detuvo. Volví a necesitar dar pasos pequeñitos, a tener dificultad para estar en varias posiciones, y en cierto momento, no pude ni sostenerme en pie. Fue un poco decepcionante porque ya me habían quitado los puntos, y me habían contado que eso marcaba el inicio de la recuperación completa. Pero la doctora dijo que era normal: que me habría esforzado de más, que pasara más tiempo en cama.
Yo tengo mis hipótesis. Primero, creo que la evolución de esto, como muchos desarrollos naturales, es en espiral y no en línea recta; hay días para adelante y días de un poquito para atrás. También creo que de algún modo me siento mejor en la medida en que más apretada esté; al principio estaba bien fajada y al quitarme los puntos, relajé -literalmente- el apretamiento. A esto se le suma el cansancio; no es lo mismo cómo se sienten dos noches sin dormir bien, que tres semanas sin dormir bien, y una cosa afecta a las otras... Pero tal vez lo más importante, por evitable y porque me enseña una lección, es la falta de respeto a los límites: creer que "no te agaches" es "procura no agacharte demasiado".
Ahora me cuido mejor. De nuevo me siento bien. Confío en estar pronto, como nueva.
Silvia Parque