Sus ojos se cruzaron entre los de los anónimos transeúntes. Recordaban más sus miradas que sus rostros. Se pararon, frente a frente, tal vez demasiado cerca. La calle se llenó de silencio.
-Me llegó tu carta hace años. Aún la conservo, pero nunca la abrí.
-¿Por qué?
-Tenía miedo de lo que me pudieras decir.
-¿Y por que la guardas? ¿Algún día la abrirás?
-No... Pero las cartas no se tiran.
Etiquetas: microrrelatos, djanker